domingo, 4 de septiembre de 2016

Marcha del Emperador de Richard Wagner

Habiendo dedicado la entrada anterior a la Marcha del Homenaje, compuesta por Wagner para la coronación de su mecenas, Luis II de Baviera, continuamos con otra marcha del compositor compuesta para otra coronación, la de Guillermo I como Emperador alemán en 1871. Una obra semejante en estilo, de duración algo más larga y con influencias de su ópera Los Maestros Cantores de Nuremberg, estrenada tres años antes.


FICHA TÉCNICA

El Palacio de Linderhof, mandado construir
por Luis II de Baviera.
ObraKarsermarsch ("Marcha del Emperador"), WWV 104.
Autor: Richard Wagner (Leipzig, 1813 - Venecia, 1883).
Año de composición: 1871.
Estreno: Koncerthaus de Berlín, 14 de abril de 1871.
Duración: 10 minutos, aprox.
Discografía recomendada: Marek Janowski dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Londres (EMI).






WAGNER MARCHA A SUIZA

Cuando hablamos de la Marcha del Homenaje, dejamos a Wagner instalado en Munich bajo el mecenazgo de Luis II de Baviera. A la coronación le siguió el estreno de su ópera Tristán e Isolda, terminada en 1859 y que fue presentada en el Teatro de la Corte de Munich el 10 de junio de 1865 bajo la dirección de Hans von Bülow, de cuya mujer, Cósima Liszt, el compositor mantenía una relación amorosa. El romance saltó a la opinión pública, incomodando a los ciudadanos de Munich, al propio rey y a sus ministros. Éstos aseguraron al monarca que la situación de Wagner era tan polémica que no podía garantizarse su seguridad, por lo que Luis, desbordado por las circunstancias y muy a su pesar, le pidió que abandonase Baviera.


Nuestro compositor barajó varias posibilidades dentro del plazo de noventa días que se le concedía para abandonar la casa que ocupaba en Munich: la Riviera francesa o América (el Emperador de Brasil le había propuesto la construcción de su ansiado teatro), pero en la Semana Santa del año siguiente, en un viaje que realizó a Lucerna con Cósima, se encariñó del lugar cuando acudieron al lago del mismo nombre el Viernes Santo.


La Villa Tribschen, en este lugar
a las afueras de Lucerna (Suiza),
residencia del compositor.
El rey pagó la renta de una villa situada en Tribschen, a las afueras de Lucerna, junto al lago. Al principio se instaló solo, pero un mes después, Cósima abandonó a su marido para instalarse con con él. Al siguiente, el rey comunicó a nuestro compositor su deseo de abdicar e instalarse con él, pero Wagner le hizo desistir de tal propósito, por lo que Luis acudía con frecuencia a Lucerna desde Munich, cogiendo el tren de incógnito colocándose una barba postiza. Ambas ciudades distan más de 300 km por carretera a través de paisajes montañosos, aunque en línea recta no son más de 266, y probablemente el viaje no era sencillo en aquél momento. 


El lago Lucerna visto desde la Villa Tribschen.
En la Villa Tribschen, hoy el museo más importante del compositor después del de Bayreuth, Wagner vivió hasta abril de 1872, en que se trasladó a aquella ciudad. Allí compuso Los maestros cantores de Nuremberg, terminó Sigfrido y El ocaso de los dioses. Fuera del género operístico, de este periodo destacan el poema sinfónico El idilio de Sigfrido y la Marcha del Emperador.

La relación entre Cósima y Wagner era ocultada al monarca, para quien la esposa de Bülow era una suerte de compañera intelectual del compositor, a quien ayudaba a sacar adelante su trabajo. De hecho, Bülow pasó el verano de 1866 en Tribschen, finalizada la temporada musical en Munich, y con él contó nuestro compositor para el estreno de Los Maestros CantoresLa Guerra austro-prusiana había comenzado, y la derrota de los Estados del sur por Prusia supuso cambios en los Ministerios, suavizando la opinión que tenían del compositor. Sin embargo, Wagner sólo acudiría a Munich puntualmente, incluyendo al estreno de su ópera.


La Villa Tribschen y su bello enclave ha sido objeto de atracción
para postales y lamines.


Esta foto, tomada por Fritz Luckhardt
el 9 de mayo de 1872 en Viena,
se ha convertido en la más famosa
del matrimonio Wagner.
Finalmente, la relación entre Cósima y Bülow acabó. El director, que era visto como un extraño en los círculos muniqueses, renunció a su puesto en Munich en 1870, dedicándose no sólo a la dirección sino a expandir su carrera como pianista. También en este época, Wagner iniciará su amistad con Nietzsche, a quien conoció en Leipzig, en aquél momento profesor de Filosofía en la Universidad de Basilea. En Tribschen ambos disertarán sobre postulados artísticos y el compositor influirá poderosamente en su obra El nacimiento de la tragedia, cuyo manuscrito recibió Cósima como regalo de cumpleaños en 1870. La cuestión religiosa acabó por enemistar a filósofo y compositor años después. Precisamente ese mismo año contrajeron matrimonio Wagner y Cósima.


LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA

El 19 de julio de 1870 estalló la Guerra franco-prusiana, que enfrentó al Imperio Francés de Napoleón III contra Prusia y sus aliados, la Confederación de Alemania del Norte, Baviera y Baden. La Guerra austrio-prusiana había dado una clara hegemonía a la Prusia de Guillermo con su canciller Bismarck frente al resto de potencias alemanas. La guerra fue rápida, y el 18 de enero de 1871, Guillermo de Prusia fue reconocido como Guillermo I, Emperador alemán. Alemania quedaba conformada como un Estado único de carácter federal, con el rey de Prusia como jefe de Estado, con el título de Emperador y primus inter pares de los monarcas que se federaron: Baviera, Wurtemberg, Sajonia, el Gran Ducado de Baden, el Gran Ducado de Hesse y las ciudades de Hamburgo, Lübeck y Bremen.

Es difícil saber a ciencia cierta lo que pensaba Wagner de Guillermo I. Sí es más clara la postura de Luis, sobrino de éste. El monarca bávaro tenía una concepción tradicional de la monarquía como guía de los pueblos, rechazando cualquier tipo de ingerencia. En la Guerra austro-prusiana luchó contra Prusia y parece que nuestro compositor también tenía pocas simpatías hacia las ansias expansionistas de Bismarck, probablemente porque en ese momento, el mantemimiento del statu quo que tenía con Luis era lo que más le importaba.

El monarca bávaro no aceptó bien la derrota frente a Prusia, aunque deseaba que la guerra acabase lo antes posible. Se vio obligado a firmar un tratado de defensa mutua en 1867. Y en la guerra franco-prusiana no tuvo más remedio que ponerse al lado de Prusia y después rogar en una carta que, según se ha dicho, fue escrita por el propio Bismarck, para que Guillermo aceptara a Baviera en el nuevo orden. Entras las preocupaciones de Luis no se encontraban las de la política exterior, y parece ser que fue dilatando la cuestión prusiana hasta que no hubo salida posible. Uno de sus ministros vino desde Versalles, donde en breve se firmaría el armisticio y el reconocimiento de Guillermo como Emperador, trayendo la carta en cuestión, que Luis se vio obligado a firmar no sin antes protestar que tal cosa suponía un ataque a la soberanía de Baviera.

Tradicionalmente se ha dicho que Wagner fue uno de los impulsores intelectuales de la unificación de Alemania, pero frente a su coetáneo italiano Verdi, no participó en asuntos políticos. Las ideas de Wagner se mueven en un estrato puramente cultural y estilístico, no en el de la soberanía. Hasta que punto la Marcha del Emperador es una obra de conveniencia, de acercamiento al nuevo orden, o incluso de exaltación de lo alemán pero no específicamente de la soberanía unificada, es algo que no es fácil de decir rotundamente pero sí que se deja entrever. Guillermo I acudió en el verano de 1876 a Bayreuth al estreno de la Tetralogía El Anillo del Nibelungo y sí es cierta una cosa: era un ferviente admirador, y así lo ha apuntado George-Dellin, probablemente el mayo estudioso de Wagner.

Postal italiana que muestra a Wagner saludando al Emperador Guillermo
a su llegada a Bayreuth para el estreno de El Anillo del Nibelungo en 1876.
Al fondo, el Palacio de Festivales. Detrás de Wagner puede verse a
Liszt con atuendo eclesiástico y el de detrás bien pudiera ser, por
su aspecto, Hans von Bülow, si bien no acudió al estreno.

LA MARCHA DEL EMPERADOR
Edición original de la marcha.

La Marcha del Emperador es una de las exaltaciones de Wagner a la victoria prusiana frente a Francia. Nuestro compositor odiaba lo francés. Pasó apuros económicos en París, ciudad que le desprestigió artísticamente, su Tannhäuser fue objeto del que probablemente haya sido el mayor escándalo en la Historia de la Ópera de París, la cual era el feudo de Meyerbeer, compositor operístico hoy practicamente olvidado pero un gran triunfador en la época en que Wagner pasó por la capital francesa.

La victoria de Prusia le inspiró primero un poema (Al ejercito alemán frente a París) y después un libreto inspirado en el sitio de París, cuya música nunca fue compuesta. Titulado Una capitulación y con sobretítulo Comedia a la manera antigua en un acto, es probable que siguiera la línea musical de Maestros, que también constituye una comedia, si bien con notables muestras de seriedad armónica que la convierten en una obra mucho más seria que los dramas belcantistas italianos. Se apunta que quizás el director Hans Richter, colaborador de Wagner tras la marcha de Bülow iba a animarse a musicarla, pero todo quedó en un proyecto. En diciembre de 1870, el editor C. F. Peters sugirió al compositor una obra para celebrar el final de la guerra. En un primer momento se mostró dubitativo y realizó averiguaciones para saber si se iban a proyectar en Berlín actos de homenaje a los caídos y que, en caso afirmativo, si podía proporcionar una pieza adecuada para la ocasión. La respuesta fue que no existiría ningún acto de este tipo, para no incidir más en el dolor que la guerra había traído consigo. Nuestro compositor propuso entonces una pieza para acompañar la entrada de las tropas que bien podría ser complementada por cantos populares entonados por el cuerpo vocal del ejército. Esta segunda idea también fue rechazada, pues los términos del armisticio eran taxativos y la diplomacía exigía atenerse a ellos y no hacer ostentaciones que pudieran traer desagradables consecuencias. Por tanto, la pieza que nos ocupa, aun siendo de gran calidad, es un homenaje no oficial al que nuestro compositor accedió. En el mismo sentido se desarrolla la obra de Brahms Canto del triunfo, compuesta para el mismo fin celebrativo.

Proclamación de Guillermo como emperador alemán.
Anton von Webern pintaba por tercera ocasión este tema, en un cuadro
encargado por el 70 cumpleaños de Bismarck en 1885.
Los dos primeros fueron destruidos en la II Guerra Mundial. Éste
puede contemplarse en el Museo Bismarck.

El 31 de enero comenzó a componerla y llegó a pensar si encomendar la orquestación a otra persona, pero finalmente también se ocupó de ella, algo que es de agradecer, pues Wagner era un verdadero genio del colorido orquestal, creando filigranas y texturas aquí y allá con las diferentes secciones de la orquesta, ofreciendo una partitura para orquesta de más calidad que la que pudiera haber obtenido un segundo compositor orquestando el original de piano escrito por Wagner.

La obra está en la tonalidad de si bemol mayor y tiene maderas a tres, disposición habitual en las óperas del compositor, al igual que tres trompetas, cuatro trompas, tres trombones, tuba, cuerda y percusión.

Tenemos constancia de una carta enviada a Peters el 7 de marzo en el que se describe la obra. El 15 estuvo concluida y en ese momento Wagner decidió añadir texto a la obra (nuestro compositor fue el único, junto con Arrigo Boito, que escribía texto y música, si bien la producción de este segundo fue muy exigua, convirtiéndose en libretista de Verdi), bajo el nombre de Kaiserlied für das Heer. Al estar compuesta primero la música, el texto no llega a encajar con la misma brillantez que tiene la música, por lo que la versión coral no se interpreta en la práctica. El estreno tuvo lugar el 14 de abril en la Konzerthaus de Berlín.

En su forma orquestal, la pieza ha sido grabada en varias ocasiones y ocasionalmente puede escucharse en concierto, gracias a que su carácter más sinfónico que de marcha, con fragmentos líricos, y sus diez minutos de duración favorecen su inclusión en los programas de concierto. Como ya hicimos para la Marcha del Homenaje, la versión escogida es la de Marek Janowski, uno de los grandes directores wagnerianos actuales, con la Orquesta Sinfónica de Londres.

Como ya hicimos con la Marcha del Homenaje, la versión escogida es la de Marek Janowski, uno de los grandes directores wagnerianos actuales, con la Orquesta Sinfónica de Londres.El tema inicial nos introduce en un ambiente festivo, en tonos similares al tema principal de Maestros, no exento de cierto lirismo. Las escalas descendentes en la cuerda en tonalidades que progresivamente se van elevando recuerdan a la tensión generada en la gran escena de la fiesta de San Juan, en el tercer acto de esta ópera.




En 1:10 se nos introduce el segundo tema, mucho más melódico y elegante, que también utilizará las mismas figuraciones en la cuerda para generar tensión (2:00). Los pasajes siguientes constituyen ligeras variaciones sobre el mismo tema, con continuos cambios de tonalidad. En 3:08 se escucha por segunda vez el segundo tema, iniciándose el desarrollo a través de una serie de motivos de gran lirismo, similares a los empleados como contraste a la majestuosidad del tema principal en Maestros

En 5:57 surge un nuevo tema al que se le contrapone inmediatamente el primero expuesto en las cuerdas y flautas (6:08). Se repite la misma disposición, pero la contestación del primer tema se producirá ahora en flautas y oboes (6:26). En 6:42 los cellos, con bello acompañamiento de las maderas, al que se sumará después la cuerda aguda y las trompetas, exponen y desarrollan el segundo tema. Las bajadas de la cuerda grave (7:05) nos pueden recordar al tema de los sacerdotes en Aida de Verdi (estrenada el 24 de diciembre del mismo año). En 7:52 se produce el enlace hacia la reexposición del primer tema, que es precedido del mismo juego de escalas descendentes ascendiendo en tonalidad que al principio de la obra (8:10). 

El tema inicial vuelve a ser expuesto con majestuosidad (8:28) en su primera mitad, para dejar paso a un pasaje más lírico (8:58), retomando con fuerza y regresando las fanfarrias (10:02), poniendo punto final a la obra.

ANÉCDOTAS

CON WAGNER AL VOLANTE

Al Emperador le fascinó especialmente el motivo del dios Donner (Thor en la mitología escandinava) de El Oro del Rhin con el que, hacia al final de la obra, invoca una tormenta martillo en mano que podemos escuchar aquí (el Heda hedo! con el que llama a las nubes es importante de escuchar para entender la anécdota, el motivo inicial que canta el barítono en 0:32 y su exposición en los trombones en 0:57). El vídeo recoge desde este momento al final de la obra subtitulado en español. El final, con el dios Loge haciendo partícipe al público de la conclusión de la obra, es un recurso dramático que puso de moda el dramaturgo francés Patrice Chéreau con motivo del montaje del centenario del estreno de la obra en Bayreuth.


Pues bien, este motivo gustó tanto al Emperador que mandó equipar su coche con una bocina que lo reproducía. Cuando sonaba, se extendió la gracia popular de cantar, sobre estas notas, Der Kai-ser kommt! (¡Viene el Emperador!). Como el derecho de reproducción de esta señal no estaba protegido, la Administración consideró útil emplearla como tono identificativo, pues el pueblo la conocía bien. Así, fue el sonido oficial de los vehículos de la Organización Alemana de Correos, con nueva gracia de invención popular: Die Post-ist da! (¡Corre-o ya!).

ESTRENO EN ESPAÑA

Aparición en prensa de la primera
visita de Strauss a Barcelona,
en 1897.
Gracias a bibliotecawagneriana.com, un amplísimo archivo con todo tipo de documentación en español sobre el compositor (incluyendo el catálogo completo y discografía), podemos saber cuándo se estrenó la Marcha del Emperador en España. Como la mayoría de composiciones, tuvo lugar en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, ciudad que tradicionalmente ha tenido gran aprecio al compositor. Ocurrió en 1901 y fue otro gran compositor, Richard Strauss el que dirigía. Strauss estuvo cuatro veces en la ciudad, debido a su amistad con Antonio Nicolau, director de la Orquesta Catalana y colaborador activo del Orfeón Catalán.