En estas fechas de Semana Santa hablaremos de uno de los oratorios no siempre bien conocidos y que, con sencillez de recursos logra una efectividad importante: Las Siete Palabras, del compositor francés Théodore Dubois, hombre decimonónico dedicado durante toda su vida a la música sacra y que hoy su nombre permanece en el recuerdo gracias a este oratorio.
Sed Tengo (Gregorio Fernández, 1612-1616) Cofradía de las Siete Palabras Museo Nacional de Escultura (Valladolid) |
FICHA TÉCNICA
Obra: Las Siete Palabras
Autor: Théodore Dubois (Rosnay, Francia, 1837 - París, ibid., 1924).
Año de composición: 1867.
Estreno: 1867, no siendo publicada hasta 1886.
Duración: 45 minutos, aprox.
Discografía recomendada: Bernard Lallement dirigiendo a la Coral Francoalemana de París y a la Joven Orquesta Sinfónica de Bonn (BNL).
LA MÚSICA SACRA EN LA FRANCIA DEL SIGLO XIX
Discografía recomendada: Bernard Lallement dirigiendo a la Coral Francoalemana de París y a la Joven Orquesta Sinfónica de Bonn (BNL).
LA MÚSICA SACRA EN LA FRANCIA DEL SIGLO XIX
La convulsa situación política vivida en la Francia de la primera mitad del siglo XIX, desde la etapa napoleónica a la restauración post Congreso de Viena de 1815, con Luis XVIII, abrió una etapa de estabilidad cultural en la segunda mitad con el II Imperio. La revolución de 1848 contra los Orleans da paso a la II República. Las elecciones celebradas el 10 de diciembre darán una notable victoria a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del que décadas atrás había convertido Francia en un Imperio. Cuatro años después, otro plebiscito le permitirá restaurarlo bajo el nombre de Napoleón III.
Se abre así una segunda edad dorada en Francia. Grandes arquitectos e ingenieros se darán cita en la capital del Sena, desde Charles Garnier con el edificio de la Ópera a Ferdinand de Lesseps con el Canal de Suez. Musicalmente, un ambiente burgués asentará a varias figuras de la época (Gounod, Meyerbeer, Massenet) con un estilo bastante definido, a medio camino entre el triunfalismo y el sentimentalismo, en detrimento de otros más revolucionarios que pasarán por París con escaso éxito (Liszt, Wagner). La producción de música religiosa tendrá un resurgimiento importante, si bien sólo Gounod figura entre los nombres de mayor relevancia. Y entre ellos encontramos a otro, que es Théodore Dubois.
Ópera de París. El historicismo de Charles Garnier contrasta con el techo que, en 1964, pintó Marc Chagall. |
Se abre así una segunda edad dorada en Francia. Grandes arquitectos e ingenieros se darán cita en la capital del Sena, desde Charles Garnier con el edificio de la Ópera a Ferdinand de Lesseps con el Canal de Suez. Musicalmente, un ambiente burgués asentará a varias figuras de la época (Gounod, Meyerbeer, Massenet) con un estilo bastante definido, a medio camino entre el triunfalismo y el sentimentalismo, en detrimento de otros más revolucionarios que pasarán por París con escaso éxito (Liszt, Wagner). La producción de música religiosa tendrá un resurgimiento importante, si bien sólo Gounod figura entre los nombres de mayor relevancia. Y entre ellos encontramos a otro, que es Théodore Dubois.
DUBOIS: DE IGLESIA EN IGLESIA
Dubois fue un reputado compositor del París de la segunda mitad del siglo XIX. Su vida fue tranquila y sin sobresaltos. Fue alumno de Ambroise Thomas, compositor de grand-opera, tan reclamada en la época pero relegada al olvido en la actualidad. La cantata Atala le valió el Premio de Roma de Composición (1861) y se desempeñó como Maestro de Capilla de la iglesia de Santa Clotilde de París. Con la jubilación de Saint-Säens pasó a ser Maestro de Capilla de la Madeleine. Compaginó su actividad con la docencia en el Conservatorio de París, llegando a ser director, y como académico de Bellas Artes.
En su producción destaca la música sacra, sobre todo el oratorio que nos ocupa y El paraíso perdido. También compuso óperas y ballets.
LAS SIETE PALABRAS
Este oratorio, compuesto en 1867 para soprano, tenor, barítono, órgano, coro y orquesta recoge las siete palabras de Cristo en la cruz. Tales sentencias aparecen en los Evangelios como pronunciadas desde la elevación de la cruz a su expiración y si sumamos las que narran los cuatro evangelistas obtenemos un total de siete, que son:
El texto empleado es el de los Evangelios, originalmente el de la Vulgata (la traducción al latín que San Jerónimo realizó de la Biblia en el siglo IV), si bien es frecuente escuchar la obra en francés. La partitura se abre con el O vos omnes, procedente de las lamentaciones de Jeremías, que pone al oyente en situación de lo que se va a contar, y concluye con el Adoramus te, Christe, fórmula con la que se inicia el rezo del Vía Crucis y que es de procedencia medieval. De esta forma, el oyente, después de haber escuchado las palabras de Cristo, se siente transportado a un rezo clásico relacionado con la Pasión, dotando de atemporalidad al conjunto.
Además, la tercera palabra incluye los primeros versos del Stabat mater, el poema del siglo XIII que narra cómo la Virgen María se encontraba al pie de la cruz.
En general, la obra ha sido bastante maltratada en lo que respecta a interpretaciones. Fue una obra concebida para una capilla musical, en concreto la de la iglesia de Santa Clotilde de París y, aunque fue orquestada, ese origen ha servido de excusa para realizar interpretaciones con órgano o incluso piano. Si además, las partes solistas y corales son asequibles para coros no profesionales, ello ha abierto la puerta a ser notablemente difundida entre formaciones amateur en detrimento de quedar relegada por las formaciones profesionales. Incluso coros profesionales emplean la versión de órgano en lugar de la de orquesta. No es fácil, por tanto, recomendar un registro discográfico. Mucho menos encontrarlo fácilmente.
ESCUCHANDO ALGUNOS FRAGMENTOS
Como veremos, la distribución vocal responde a criterios dramáticos: el barítono es Cristo, el tenor es el evangelista que narra la escena (como ocurre en las pasiones de Bach), la soprano se ocupa de la parte reflexiva (la lamentación inicial, el Stabat Mater...). El coro es el pueblo de Jerusalén.
La obra nos permite conocer el estilo de la música sacra francesa de la segunda mitad del siglo XIX, un tanto meliflua y de melodía cantabile. Podemos emparentarla fácilmente con las misas de Gounod o el Requiem de Fauré y, su estilo brumoso en algunos pasajes, recuerdan a la Misa breve de Léo Delibes. Pero también encontramos momentos de gran fuerza dramática, destacadamente en la quinta palabra (Sed Tengo).
Comenzaremos con la introducción. Los trombones nos introducen en un ambiente fúnebre que se clarifica cuando el oboe toma el tema inicial, algo que nos recuerda precisamente a las capillas de música, pues es el instrumento al que habitualmente se le encomienda la voz principal.
El tema pasa a la soprano:
De la introducción pasamos a la primera palabra. El barítono expone la palabra y, a continuación, el tenor se convierte en el evangelista, haciendo de narrador sobre lo que el pueblo clamaba. Y escuchamos al pueblo (9:08): ¡Crucifícalo! Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. El pasaje posee una gran fuerza rítmica para emular al pueblo de Jerusalén pidiendo escarnio.
En la tercera palabra podemos escuchar a la soprano entonando los primeros versos del Stabat Mater (20:33) y los de la tercera estrofa. La segunda columna contiene la traducción oficial de la Iglesia Católica al castellano del poema, mientras que la tercera corresponde a una transcripción en verso que realizó Lope de Vega:
El coro contesta explosivo a la intervención del evangelista en una disposición que recuerda, salvando las distancias estilísticas, al Lacrimosa del Requiem de Mozart. El pueblo de Jerusalén se burla de él: ¡Tú que destruirías el templo y lo reconstruirías en tres días, si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz y sálvate a ti mismo! En el 10:30, los metales toman la melodía.
La sexta palabra (Todo está consumado) se desarrolla como una lírica aria a cargo del tenor (12:50). El coro entra a continuación, entonando un verso del Salmo 88: Tu eres mi padre, Dios mío, y amparador de mi salud.
Tras la séptima palabra Cristo muere y el evangelista narra que a la hora nona la tierra se estremeció, todo quedó en tinieblas y el velo del Templo se rasgó, mostrando la zona reservada al Sumo Sacerdote a la vista de todos (19:22), con un notable efecto orquestal.
La plegaría final del Vía Crucis (21), hace todo regresar a la calma, poniendo final a la obra.
ANÉCDOTAS
LA DIMISIÓN DE DUBOIS
Dubois, que durante su vida mantuvo una buena reputación, se vio obligado a dimitir de su puesto de Director del Conservatorio de París en 1905 cuando impidió que un alumno prometedor pudiera presentarse al Premio de Composición de Roma, el mismo certamen que él había ganado de joven, al no firmarle el oportuno permiso para concurrir. El alumno era Maurice Ravel.
LAS SIETE PALABRAS EN VALLADOLID
La Cofradía de las Siete Palabras de Valladolid ha venido protagonizando cada Viernes Santo uno de los actos centrales en la Semana Santa de esta ciudad, el Sermón de las Siete Palabras. Esta cofradía también organiza anualmente una interpretación del oratorio de Dubois a cargo de la Coral Vallisoletana en su sede, la iglesia de Santiago.
Además, las palabras quinta y primera, por este orden, pueden escucharse todos los años en la plaza de Santa Cruz en la mañana de Jueves Santo, cuando el Cristo de la Luz (Gregorio Fernández, 1630) sale en procesión y cruza el dintel del Palacio de Santa Cruz, en cuya capilla lo tiene depositado el Museo Nacional de Escultura. La interpretación, en este caso, corre a cargo del Coro de la Universidad de Valladolid.
Iglesia de Santa Clotilde de París. |
Dubois fue un reputado compositor del París de la segunda mitad del siglo XIX. Su vida fue tranquila y sin sobresaltos. Fue alumno de Ambroise Thomas, compositor de grand-opera, tan reclamada en la época pero relegada al olvido en la actualidad. La cantata Atala le valió el Premio de Roma de Composición (1861) y se desempeñó como Maestro de Capilla de la iglesia de Santa Clotilde de París. Con la jubilación de Saint-Säens pasó a ser Maestro de Capilla de la Madeleine. Compaginó su actividad con la docencia en el Conservatorio de París, llegando a ser director, y como académico de Bellas Artes.
En su producción destaca la música sacra, sobre todo el oratorio que nos ocupa y El paraíso perdido. También compuso óperas y ballets.
LAS SIETE PALABRAS
Este oratorio, compuesto en 1867 para soprano, tenor, barítono, órgano, coro y orquesta recoge las siete palabras de Cristo en la cruz. Tales sentencias aparecen en los Evangelios como pronunciadas desde la elevación de la cruz a su expiración y si sumamos las que narran los cuatro evangelistas obtenemos un total de siete, que son:
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Madre, ahí tienes a tu hijo.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Sed tengo.
Todo está consumado.
En tus manos encomiendo mi espíritu.
Primera edición de Las Siete Palabras. |
El texto empleado es el de los Evangelios, originalmente el de la Vulgata (la traducción al latín que San Jerónimo realizó de la Biblia en el siglo IV), si bien es frecuente escuchar la obra en francés. La partitura se abre con el O vos omnes, procedente de las lamentaciones de Jeremías, que pone al oyente en situación de lo que se va a contar, y concluye con el Adoramus te, Christe, fórmula con la que se inicia el rezo del Vía Crucis y que es de procedencia medieval. De esta forma, el oyente, después de haber escuchado las palabras de Cristo, se siente transportado a un rezo clásico relacionado con la Pasión, dotando de atemporalidad al conjunto.
Además, la tercera palabra incluye los primeros versos del Stabat mater, el poema del siglo XIII que narra cómo la Virgen María se encontraba al pie de la cruz.
En general, la obra ha sido bastante maltratada en lo que respecta a interpretaciones. Fue una obra concebida para una capilla musical, en concreto la de la iglesia de Santa Clotilde de París y, aunque fue orquestada, ese origen ha servido de excusa para realizar interpretaciones con órgano o incluso piano. Si además, las partes solistas y corales son asequibles para coros no profesionales, ello ha abierto la puerta a ser notablemente difundida entre formaciones amateur en detrimento de quedar relegada por las formaciones profesionales. Incluso coros profesionales emplean la versión de órgano en lugar de la de orquesta. No es fácil, por tanto, recomendar un registro discográfico. Mucho menos encontrarlo fácilmente.
ESCUCHANDO ALGUNOS FRAGMENTOS
Como veremos, la distribución vocal responde a criterios dramáticos: el barítono es Cristo, el tenor es el evangelista que narra la escena (como ocurre en las pasiones de Bach), la soprano se ocupa de la parte reflexiva (la lamentación inicial, el Stabat Mater...). El coro es el pueblo de Jerusalén.
La obra nos permite conocer el estilo de la música sacra francesa de la segunda mitad del siglo XIX, un tanto meliflua y de melodía cantabile. Podemos emparentarla fácilmente con las misas de Gounod o el Requiem de Fauré y, su estilo brumoso en algunos pasajes, recuerdan a la Misa breve de Léo Delibes. Pero también encontramos momentos de gran fuerza dramática, destacadamente en la quinta palabra (Sed Tengo).
Comenzaremos con la introducción. Los trombones nos introducen en un ambiente fúnebre que se clarifica cuando el oboe toma el tema inicial, algo que nos recuerda precisamente a las capillas de música, pues es el instrumento al que habitualmente se le encomienda la voz principal.
El tema pasa a la soprano:
O vos omnes
qui transitis per viam, attendite et videte: si est dolor similis sicut dolor meus. Attendite universi populi, et videte dolorem meum: si est dolor similis sicut dolor meus. |
Oh, todos vosotros
que pasais por el camino prestad atención y mirad si hay un dolor semejante a mi dolor. Prestad atención, pueblos del universo, y mirad mi dolor, si hay un dolor semejante a mi dolor. |
De la introducción pasamos a la primera palabra. El barítono expone la palabra y, a continuación, el tenor se convierte en el evangelista, haciendo de narrador sobre lo que el pueblo clamaba. Y escuchamos al pueblo (9:08): ¡Crucifícalo! Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. El pasaje posee una gran fuerza rítmica para emular al pueblo de Jerusalén pidiendo escarnio.
En la tercera palabra podemos escuchar a la soprano entonando los primeros versos del Stabat Mater (20:33) y los de la tercera estrofa. La segunda columna contiene la traducción oficial de la Iglesia Católica al castellano del poema, mientras que la tercera corresponde a una transcripción en verso que realizó Lope de Vega:
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
(...)
Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
In tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
Dolentem cum filio?
|
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
mientras pendía el Hijo.
Cuya ánima gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.
(...)
¿Qué hombre no lloraría
si a la Madre de Cristo viera
en tanto suplicio?
¿Quién no se entristecería
a la Madre contemplando
con su doliente Hijo?
|
La Madre piadosa
estaba
junto a la cruz y
lloraba
mientras el Hijo
pendía.
Cuya alma, triste y
llorosa,
traspasada y
dolorosa,
fiero cuchillo
tenía.
(...)
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
|
A la soprano se le suma el tenor, que entra con la tercera estrofa del poema. El número termina con el barítono entonando la palabra: Madre, ahí tienes a tu hijo, finalizando en la más absoluta calma.
La quinta palabra (Sed tengo) es el número más famoso de la obra, por su enorme fuerza (7:09):
La sexta palabra (Todo está consumado) se desarrolla como una lírica aria a cargo del tenor (12:50). El coro entra a continuación, entonando un verso del Salmo 88: Tu eres mi padre, Dios mío, y amparador de mi salud.
Tras la séptima palabra Cristo muere y el evangelista narra que a la hora nona la tierra se estremeció, todo quedó en tinieblas y el velo del Templo se rasgó, mostrando la zona reservada al Sumo Sacerdote a la vista de todos (19:22), con un notable efecto orquestal.
La plegaría final del Vía Crucis (21), hace todo regresar a la calma, poniendo final a la obra.
Número final de la obra, que emplea el texto del Vía Crucis. |
ANÉCDOTAS
LA DIMISIÓN DE DUBOIS
Dubois, que durante su vida mantuvo una buena reputación, se vio obligado a dimitir de su puesto de Director del Conservatorio de París en 1905 cuando impidió que un alumno prometedor pudiera presentarse al Premio de Composición de Roma, el mismo certamen que él había ganado de joven, al no firmarle el oportuno permiso para concurrir. El alumno era Maurice Ravel.
LAS SIETE PALABRAS EN VALLADOLID
La Cofradía de las Siete Palabras de Valladolid ha venido protagonizando cada Viernes Santo uno de los actos centrales en la Semana Santa de esta ciudad, el Sermón de las Siete Palabras. Esta cofradía también organiza anualmente una interpretación del oratorio de Dubois a cargo de la Coral Vallisoletana en su sede, la iglesia de Santiago.
Además, las palabras quinta y primera, por este orden, pueden escucharse todos los años en la plaza de Santa Cruz en la mañana de Jueves Santo, cuando el Cristo de la Luz (Gregorio Fernández, 1630) sale en procesión y cruza el dintel del Palacio de Santa Cruz, en cuya capilla lo tiene depositado el Museo Nacional de Escultura. La interpretación, en este caso, corre a cargo del Coro de la Universidad de Valladolid.
Obra magnífica que fue presentada en la Ciudad de México, en el templo de "El Divino Salvador"en los años sesenta dirigida por el Doctor Pablo Pérez Morales; Pastor de esa Iglesia Prebiteriana
ResponderEliminar