viernes, 8 de julio de 2016

Rapsodia para violonchelo y orquesta de Miklós Rózsa

Miklós Rozsa pasó a la historia como uno de los grandes compositores del cine épico: Ivanhoe (1952), Julio César (1953) o Ben-Hur (1959) llevan sus partituras. Un compositor de emotivas melodías, a veces incluso con sabor español en El Cid (1961), que cultivó diversos géneros sinfónicos con el aire musical inconfundible de Hungría. A él le debemos identificar la "música de romanos" como música de romanos. Poco a poco, su obra sinfónica sale a la luz. Y entre ella, tenemos la Rapsodia para violonchelo y orquesta.

Paisaje de la puszta, de Lajos Paszthory (colección particular).
FICHA TÉCNICA

Obra: Rapsodia para violonchelo y orquesta, op. 3.
Autor: Miklós Rozsa (Budapest, Imperio Austrohúngaro, 1907 - Los Ángeles, Estados Unidos, 1995).
Año de composición: 1929.
Estreno: No consta la fecha exacta. Fue dedicatario de la obra Hans Münch-Holland, primer chelista de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, quien la estrenó ese mismo año con la Orquesta del Conservatorio de Leipzig dirigida por Walter Davisson.
Duración: 15 minutos, aprox.
Discografía recomendada: Única grabación existente: Mark Kosower (violonchelo) y la Orquesta Sinfónica de Budapest dirigida por Mariusz Smolij, 2009 (Naxos).


UN COMPOSITOR QUE A MUCHOS RESULTARÁ DESCONOCIDO

Miklós Rózsa.
La producción musical de Miklós Rozsa es muy abundante si tenemos en cuenta que en ella figuran, al menos y que un servidor haya encontrado, cincuenta y siete películas, entre 1931 y 1981. Cincuenta años de carrera musical en el cine que no le impidieron componer obras de concierto: sus conciertos para violín y viola, el Nocturno húngaro, los Tres sketches húngaros, su Serenata húngara y sus dos cuartetos para cuerda conforman una pequeña parte de su obra que, afortunadamente, se encuentra llevada al disco. Y afortunadamente también en grabaciones modernas, con buena calidad de sonido, lo que demuestra que nuestro compositor ha despertado interés después de su muerte y no ha sido sólo flor de un día, o más propiamente, flor durante su vida.

Alguno podrá preguntarse cómo llegué a conocer este compositor. Las "películas de romanos" es uno de los géneros que más me han atraído, primero de niño y después por cierta deformación profesional, y entre los grandes clásicos (Quo Vadis?, Julio César, Ben-Hur), el nombre de Rozsa se colaba en los créditos. Mi interés creció cuando supe que había compuesto un concierto para violín, y desde entonces, he procurado hacerme con lo que el mercado, de vez en cuando, ha ido lanzando de este compositor.


UN ESTUDIANTE QUE PROMETE

Rózsa nació en Budapest en 1907 y allí comenzó sus estudios. Debido a sus dotes prometedoras fue enviado al Conservatorio de Leipzig, donde estudió composición con Hermann Grabner. El compositor Marcel Dupré le aconsejará marchar a París, cosa que hará en 1932, con veinticinco años.
Arthur Honnegger.

Será en París donde se le abran las puertas del cine gracias a otro compositor, Arthur Honnegger. Se trasladará a Londres y, en 1940, por azares del destino, marchará a Hollywood. En tierras inglesas se estaba rodando El ladrón de Bagdad (Ludwig Berger), a la que nuestro compositor había puesto música, pero el estallido de la II Guerra Mundial obligó a trasladar el rodaje a los Ángeles. Nuestro compositor ya no regresaría al viejo continente, estrenando sus obras con orquestas americanas. Con treinta y ocho años ganará su primer óscar, por la banda sonora de Recuerda (Alfred Hitchcock, 1945).
Rózsa con un óscar.

Pero todos estos datos no son más que acontecimientos posteriores de la obra que nos ocupa. La Rapsodia para violonchelo y orquesta, que lleva el opus 3 del catálogo del compositor es una obra compuesta en 1929, cuando Rózsa tenía veintitrés años. Con ella ponía punto y final a los estudios de composición en Leipzig y no cabe duda, de su escucha, que era un alumno muy aventajado.

El chico había comenzado a estudiar violín con cinco años, instrumento que alternaba con la viola y el piano. Con ocho dio su primer concierto, disfrazado de Mozart. Dirigió una orquesta infantil y, gracias a la finca que tenían sus padres en el campo, comenzó a amar el folclore húngaro. En ese momento, Bartók y Kodály eran afamados compositores que bebían de las fuentes folclóricas en sus composiciones, cada uno con un lenguaje propio. Rózsa también partió del folclore y elaboró su propio lenguaje, de tintes postrománticos y postulados wagnerianos en el uso del leitmotiv. Este último recurso es lo que permite que bandas sonoras de películas de larga duración mantengan la cohesión dramática a lo largo de todo el metraje. Muy probablemente, los 212 minutos de duración de Ben-Hur no serían los mismos sin Rózsa narrándonos desde el atril los conflictos internos de un príncipe judío que, despojado de linaje y fortuna, se hace a sí mismo en la Roma de Tiberio.


UNA OBRA QUE ANTICIPA LA TRAYECTORIA DE UN COMPOSITOR

Rózsa de joven dirigiendo.
La Rapsodia para violonchelo y orquesta es la primera obra importante de nuestro compositor siendo, como hemos dicho, una obra académica. Es también la primera obra orquestal, pues el opus 1 y 2 lo conforman una triosonata para violín, viola y violonchelo y un quinteto con piano. Rózsa había conseguido publicar estas dos obras antes de acabar sus estudios gracias al interés que por él había mostrado Karl Straube, organista de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig. El mismo camino siguió la Rapsodia, publicada a los pocos meses de su composición.

Desconocemos la fecha del estreno, pero sí sabemos que el dedicatario, primer chelista de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, Hans Münch-Holland, estrenó la obra con la orquesta del conservatorio dirigida por Walter Davisson. No figura ningún tipo de asesoramiento por parte de Münch-Holland a nuestro compositor sobre la parte solista, algo que por otra parte es razonable teniendo en cuenta que fue un trabajo académico y no un encargo.

No obstante, la obra que nos ha llegado hoy no es la original, pues Rózsa llevó a cabo algunos retoques en 1962, no sustanciales. En 1988 elaboró una reducción para piano de la parte orquestal en la que volvió a introducir retoques. Esta reducción fue realizada para la grabación discográfica que llevaron a cabo los hermanos Parry y Howard Karp. La versión orquestal, correspondiente a 1962, fue grabada por Mark Kosower como solista y la Orquesta Sinfónica de Budapest dirigida por Mariusz Smolij en 2009 y es la única existente.

Podríamos pensar que Rózsa quiso engrandecer un trabajo de juventud, aparentando ser mejor joven promesa que lo que realmente fue. La versión original de 1929 nunca se ha llevado al disco, pero se encuentra publicada, por lo que es posible comparar una y otra. Se trata de algunos cortes poco relevantes, la adición de dos y de nueve compases en dos momentos puntuales y la adición de nuevo material a la parte solista en la cadencia (algo que probablemente la obra demandase, dado que al ser un trabajo académico, no pudo intercambiar opiniones con el dedicatario de la obra). En consecuencia, pequeños ajustes que no alteran la idea de juventud, pues ni modifica los temas ni los desarrollos.


LA RAPSODIA PARA VIOLONCHELO Y ORQUESTA

Se dice que Rózsa describió su obra como "seis temas en búsqueda de estilo", lo cual puede entenderse en sentido literal o como un comentario modesto, forma sutil de hablar de desorganización temática. Sea como fuere, el músicolo Stephen Wescott identificó seis motivos en la obra. Pasamos a escucharla e iremos analizándola.



La obra se inicia con solo de chelo, el cual nos introduce de forma directa los dos primeros motivos principales de la obra, de dos compases cada uno, de inspiración húngara.. Ambos se repetirán a lo largo de la obra. Flauta y violín toman el tema y lo repiten de forma etérea, con arpegios en el arpa.

El solista y la orquesta desarrollan el tema para exponerlo en toda la orquesta (1:26), concluyendo con una cadencia al más puro estilo húngaro (2:04).

El segundo tema, más ambiguo, aparece en el chelo (2:19), bastante menos atractivo. No obstante, el desarrollo lo mejora sustancialmente y, tras escuchar una reminiscencia del primer tema (2:59), la orquesta recogerá el testigo (3:35). En 3:55, el clímax orquestal anticipa el Rózsa fílmico en su más puro estilo dramático.

Una vez más, sin solución de continuidad, se nos presenta un tercer tema en el chelo (4:23) con material procedente del clímax previo. En este caso mucho más íntimo, pues la orquesta es un tenue acompañamiento. Volvemos a escuchar reminiscencias del primer tema (5:54). 

El pequeño motivo orquestal (6:38) nos anticipa el siguiente tema, que entra poco después en el chelo parcialmente (6:53) y después en la orquesta. Retoma el chelo, que ahora sí nos muestra el tema completo (7:12) para lanzarlo a la orquesta (7:33). Retoma el chelo, quien repasa motivos anteriores con tenue acompañamiento orquestal.

A continuación, se desarrolla una pequeña cadencia (9:17) en la que se irán entrelazando los motivos para retomar al primero de ellos (9:50). El clímax orquestal (10:43) nos lanza de nuevo el primer tema, expuesto en tonos conclusivos. Se repite el motivo húngaro con el que finalizó el primer tema al inicio de la obra (12:02), si bien no llegando a caer, al enlazar con el clímax final de la obra, al más puro estilo fílmico.

El último tema, muy virtuosístico, queda reservado al chelo, teniendo la última palabra (12:44). El tema pasa a la orquesta antes de volver al chelo. Solista y orquesta ponen final brillante a la obra.

Hay que decir que esta distribución en seis temas puede considerarse algo forzada, más por intentar ajustarse a la frase de Rózsa que a la partitura en sí misma. Los motivos van y vienen a veces sin una clara delimitación y no es posible saber hasta que punto son fruto de una distribución planificada o de la inspiración.

ANÉCDOTAS

MOTIVOS PARALELOS

El lenguaje de Rózsa es muy personal, y probablemente se puedan encontrar muchos paralelismos a lo largo de su obra. Escuchando la Rapsodia, a mí me ha venido a la cabeza uno: el motivo que se escucha en Quo Vadis? (Marvin LeRoy, 1951) cuando su protagonista, el legado Marco Vinicio, despierta confundido en una casa en un suburbio de Roma después de haber sufrido una emboscada nocturna. Su confusión se torna en alegría contenida cuando se da cuenta que allí, misteriosamente, se encuentra Ligia, la esclava de quien se ha enamorado. La confusión del protagonista, con un motivo inquiero en la cuerda, parece tomado de la Rapsodia (3:55). El motivo de la banda sonora de la película puede escucharse en el 2:58:



SAGA DE COMPOSITORES DE BANDAS SONORAS

Mikós Rózsa fue el maestro de otro gran compositor de bandas sonoras, más conocido por haber logrado hacerse hueco en la música popular: John Williams, quien empezó su carrera musical como asistente del primero. Aunque con un lenguaje diferente, sin reminiscencias húngaras, Williams tomó de su maestro la inspiración melódica y el dramatismo.


Tres grandes de las bandas sonoras:
John Williams, André Previn y Miklós Rózsa.

3 comentarios:

  1. Muy buena reseña,gracias,conocia algunos opus sinfónicos del húngaro en cd naxos,pero fue una sorpresa hallar esta Rapsodia,no exenta de la épica del antiguo celuloide y algo de la chispa de Lizst.Saludos.

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  2. Feicitaciones por su blog. Es muy interesante. Rozsa es uno de los grandes compositores de Hollywood. también nos ha dejado música clásica de concierto. He ewstado buscando una grabacion de su quinteto para piano, pero es dificil de conseguir.
    Saludos
    Francisco Rivero.
    PD. POndre un link en mi blog, hacia el suyo, si Ud. me lo permite.

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    1. Muchas gracias. Por supuesto, para mí será un placer.

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