sábado, 22 de octubre de 2016

Concierto para piano nº 2 de Rachmaninov

Hay quien dice que es el concierto para piano más hermoso escrito nunca. No aventuraremos tanto, pero sí que probablemente sea el más melancólico. Tras su primer concierto para piano, aún una obra de estudiante, y una despreciada por el público primera sinfonía, Rachmaninov construyó un baluarte formal y melódico de grandes proporciones, que le encumbró a lo más alto de su Rusia natal recién estrenado el siglo XX, años antes de que la Revolución le obligara a exiliarse, primero a Suecia y luego a Estados Unidos.

FICHA TÉCNICA

Melancolía, óleo de Edvard Munch (1891). 
Museo Munch, Oslo.
Obra: Concierto para piano nº 2 en do menor, op. 18.
Autor: Serguéi Rachmaninov (Semiónov, Imperio Ruso, 1873 - Beverly Hills, California, Estados Unidos, 1943).
Año de composición: 1900-1901.
Estreno: El 27 de octubre de 1901, con el compositor al piano y Aleksandr Ziloti dirigiendo.
Duración: 25 minutos, aprox.
Discografía recomendada: Vladimir Ashkenazy (piano) y la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por André Previn, 1971 (London).






UN COMPOSITOR CON UN ESTILO MUY PERSONAL

Serguéi Rachmaninov es el postromántico ruso más destacado. Cuando hablamos de la Rapsodia para viola y piano de Glazunov ya explicamos cómo este compositor ponía fin al nacionalismo musical ruso y a la tradición que habían forjado el Grupo de los cinco. El siglo XX y la estética marcada por el régimen soviético impusieron unos cánones totalmente diferentes. Y completamente diferente es la estética de nuestro compositor, cuya música posee un lenguaje innovador, fílmico, apasionado y sentimental, características que acompañan a ese estilo musical artístico de la primera mitad del siglo XX y que se denomina Postromanticismo.

El Postromanticismo encuadra a diversos compositores con un estilo y una personalidad muy diferentes. Richard Strauss en Alemania, Ralph Vaughan Williams en Inglaterra o Rachmamoniv en Rusia son ejemplos de ello. El primero consiguió dar una vuelta de tuerca al lenguaje innovador de Wagner; del segundo se ha dicho que uno no está seguro de si está escuchando algo muy antiguo o muy moderno, y de nuestro compositor diremos que su lenguaje parece sacado de una película en blanco y negro que rebosa sentimentalismo. Escuchar el Concierto para piano nº 2 es introducirnos en el periodo de entreguerras, en tardes oscuras de un París lluvioso, de gabardinas y marcadas personalidades, de una obra otoñal que escuchamos mientras la lluvia golpea los cristales y por nuestro cuerpo circulan los sentimientos a flor de piel.

¿UN GENIO LATENTE?


Rachmaninov de joven.
Si repasamos la juventud de nuestro compositor, muy probablemente nadie apostaría por su futuro. Rachmaninov nació en el seno de una familia de clase media. Cuarto de seis hermanos, su padre era exoficial de la marina rusa y su madre pianista, quien le inició en el instrumento a los seis años de edad. La familia se trasladó a San Petersburgo a los nueve, debido a una crisis financiera. Gracias a la abuela materna, el niño pudo estudiar en el conservatorio de la ciudad, pero con doce fue expulsado por suspender todas las asignaturas. Una nueva oportunidad se le ofreció en el Conservatorio de Moscú por influencia de su primo, Aleksandr Ziloti. Ziloti contaba con veintidós años y acababa de graduarse cum laude en piano. De personalidad atrayente y dotes para la elocuencia, se las arregló para que el que fuera su profesor, el prestigioso Nikolai Zverev, admitiera a su primo, no sólo como alumno sino también acogiéndolo en su casa, facilitando la marcha de Rachmaninov a Moscú. Poco después, el propio Ziloti entraría a dar clases en el Conservatorio, lo que propició que nuestro compositor tuviera una integración total en la institución.


Aleksandr Ziloti, primo de Rachmaninov, con Tchaikovsky.
Su periodo en Moscú estuvo marcado por fuertes vaivenes. Zverev lo sometió a largas sesiones de estudio en su casa, pero ello supuso también la posibilidad de conocer a músicos famosos, como Tchaikovsky. Con trece años, nuestro compositor realizó una transcripción de la Sinfonía Manfred de éste y se la mostró, quedando impresionado del talento del muchacho. Otras veces, en cambio, maestro y alumno tenían diferencias. El primero orientaba la formación hacia el virtuosismo, el segundo quería componer. Tras fuertes discusiones, Rachmaninov abandonó la casa de su maestro a los dieciséis años y se instaló con su tía Bárbara, hermana de su madre.


Zverev y sus alumnos. El tercero de pie, de izquierda a derecha, es
Rachamaninov. El primero por la izquierda, sentado, vestido
elegantemente, es el compositor y pianista Alexander Scriabin.

Al acabar sus estudios en el Conservatorio consiguió varias menciones a pesar de su disparidad de criterio y rápidamente pudo independizarse económicamente de su familia: sus primeras composiciones y sus abundantes alumnos le permitieron tener una economía desahogada. No tenemos testimonios fonográficos de nuestro compositor en esta primera etapa, pero sí los tenemos de sus últimos años, lo que nos permite decir que era un virtuoso con una técnica formidable, por mucho que sus años de juventud quedaran algo empañados.


AÑOS DIFÍCILES

El Concierto para piano nº 1 no marcó la trayectoria de nuestro compositor. Compuesto al finalizar los estudios en el conservatorio, su finalidad era más bien académica (pese a su indudable interés musical). El dedicatario era su primo Ziloti, si bien la obra no se escuchó en las salas de concierto con él al piano. Solamente el primer movimiento fue interpretado en marzo de 1892 con el compositor de solista y la orquesta del conservatorio. En 1917 fue revisado profundamente y estrenado finalmente dos años más tarde. Una obra, por tanto, de estudiante, que no permitía apuntar nada más allá de prometedor, sin críticas excesivamente profundas hacia el joven.

También en los años de conservatorio compuso su Sinfonía juvenil, una pieza de un único movimiento que se publicó postumamente.

Tras estas dos obras, en 1895, nuestro compositor acometió la composición de una sinfonía que, dos años más tarde, se estrenó en San Petersburgo con Glazunov dirigiendo. Un aciago estreno del que Rachmaminov culparía siempre a Glazunov, quien mostró desinterés por la partitura, hizo cortes en la obra, varió la orquestación y dirigió sin imaginación alguna. Se dijo incluso que Glazunov estaba ebrio aquél día. Para mayores males, en la sala se encontraban Rimsky-Korsakov y César Cui, quienes criticaron ferozmente la obra, muy alejada de los postulados del nacionalismo ruso.
Francesca da Rimini (William Dyce, 1837).

El estreno le sumió en una gran depresión que, tras dos años sin ningún atisbo de cambio, dio lugar a que familiares y amigos le aconsejaran acudir a la consulta del doctor Nikolai Dhal, quien comenzó a tratar a nuestro compositor con hipnosis, recomendándole que la forma de salir de este estado era componer una nueva obra. Rachmaninov llevaba tres años sin componer nada ni desarrollar actividad artística alguna cuando marchó a Italia en el verano de 1900 junto con su amigo el cantante Fyodor Shaliapin, de la misma edad (y quien también sufriría el exilio, en este caso en París). Allí se interesó por la Divina Comedia de Dante y compuso el Dúo de Francesca da Rimini (años después desarrollaría como ópera la historia completa). Francesca, personaje histórico de Rávena, aparece en el canto quinto del Infierno tras haber contraído matrimonio en 1275 con Gianciotto Malatesta y tener por amante al hermano menor de éste, Paolo.

SENTIMIENTOS COMPLICADOS

La historia de Francesca como amor prohibido pudo interesar al compositor por su propia situación personal: a los fracasos artísticos se unió su amor por su prima, Natalia Satina, hija de su tía Bárbara. Se dice que el amor que sentía por ella le llevó a la composición del Concierto para piano nº 2. La relación entre ambos se había mantenido en secreto, encubierta por una relación cordial entre primos. Pero finalmente saltó a la luz. Las reacciones de la familia fueron muy negativas, cerrándose en banda a cualquier trámite que permitiera conseguir la dispensa eclesiástica. Nuestro compositor lo intentó, pero la tramitación se estancó en seguida. El informe del caso indicaba que Rachmaninov no era un feligrés habitual, tampoco se confesaba con regularidad y toda su familia se oponía al enlace, lo que impedía ver un unión honesta.

A través de contactos familiares en el ejército, se intentó la unión por la vía de un religioso castrense, pues éstos no tenían que dar parte al Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, sino al general correspondiente. El expediente se tramitó, pero aún faltaba la dispensa del Zar.

EL CONCIERTO PARA PIANO Nº 2

Rachmaninov a principios
de siglo XX.
El concierto supuso para nuestro compositor un revulsivo creativo, aun dentro de la amargura de sentimientos que le producía su situación, personal y profesional. Fue compuesto con gran rápidez, iniciándolo en el otoño de 1900 y estando terminado para el 2 de diciembre, fecha en que se anunció el estreno con él como solista. Sin embargo, Rachmaninov decidió presentar sólo los movimientos segundo y tercero, pues consideraba que el tema inicial del primer movimiento no estaba expuesto con suficiente rotundidad, pudiéndose caer en el error de confundirlo con una introducción.

La obra estuvo concluida poco después en su forma definitiva y se ofreció al público completa el 27 de octubre del año siguiente, con su primo Ziloti a la batuta. El dedicatario fue su médico, el doctor Dhal, por la recuperación del compositor.

La obra posee una orquestación romántica (maderas a dos, dos trompetas, cuatro trompas, tres trombones y tuba, cuerda y percusión), pero las exigencias tímbricas exigen una nutrida sección de cuerda, sobre todo para el tema inicial. El solista parece representar al compositor en el medio de un mundo poliédrico, cambiante, lleno de detalles aquí y allá. En pocos conciertos la melodía en la orquesta es tan destacada, ocupándose el solista de desplegar una serie de motivos virtuosísticos sobre la base de las melodías que desgrana la orquesta. El colorido orquestal es suntuoso y el resultado ya fue muy bueno con la presentación de los dos últimos movimientos, consolidándose como una obra maestra en su estreno completo.
Primera página del concierto.

La versión escogida es la que probablemente se haya hecho más famosa, y sea una de las más fáciles de encontrar, al haberse reeditado una y otra vez. Aparentemente, los intérpretes parece que no encajarían muy bien entre sí: Vladimir Ashkenazy, un pianista soviético exiliado desde los veintiséis años y residente en Islandia; el director André Previn, un judío berlinés que de niño hubo de huir con su familia a los Estados Unidos; y la Orquesta Sinfónica de Londres. Pero en conjunto, la combinación no puede ser más sublime. Pianista, director y orquesta grabaron los cuatro conciertos  y la Rapsodia para piano y orquesta a principios de los años setenta y hoy figuran como cabeza de lista en las grabaciones de este repertorio. Una década después, Ashkenazy se subió al podio para grabar, junto con la Orquesta de Amsterdam, las sinfonías y algunas obras orquestales del compositor, también con gran éxito.

Primer movimiento:

Formalmente, se trata de una forma sonata, de modelos muy clásicos (introducción con dos temas, desarrollo y reexposición), pero escondiendo melodías y tremendamente innovadoras para la época.



La introducción, conocida popularmente como las campanas, dan un aire trágico, pero cargado de virilidad. La introducción se diluye en unos arpegios rápidos del piano y dan entrada a una poderosa cuerda, que entona el primer tema, el conocido como tema ruso. Nótese que toda la melodía emerge de la cuerda. El piano aparece cubierto por la masa orquestal, y parece navegar entre arpegios, intentando subir a flote ante semejante oleaje sonoro. No es hasta 1:55 en que toma el protagonismo, aunque muy brevemente. En 2:20 se inicia la transición hacia el segundo tema, iniciado por los cellos (2:28) y ahora sí, en el piano, si bien con incursiones complementarias de la cuerda grave. El segundo tema parece que llega a su conclusión disolviéndose poco a poco, con un motivo en la trompa (4:45) y luego en los trombones (4:55). Se inicia la fase de desarrollo.

El desarrollo comienza por irse adentrando en las posibilidades del tema ruso (5:08), donde los distintos instrumentos van dialogando con un piano virtuosístico. En 6:08 pasamos a desarrollar los motivos del segundo tema, de manera más breve, pues rápidamente se genera una tensión, anunciando las trompetas las reexposición del tema ruso (6:50).

La reexposición es a partes iguales para cuerda y piano, este último en una dinámica percusiva de gran fuerza.



La reexposición no se limita a narrar de nuevo el tema ruso, sino que introduce nuevos enfoques, nuevos puntos de vista al tema, más reflexivo. Lo mismo ocurre con el segundo tema, cuando aparece el motivo de la trompa (1:19). Ambos motivos se entrelazan aquí y allá y se diluyen. En el 3:14 comienza la coda, con la melodía en los cellos mientras el piano va haciendo arpegios.

Segundo movimiento:

Uno de los movimientos lentos más bellos de la Historia. Formalmente no ofrece complicaciones: tres secciones A-B-A y tintes de nocturno en el piano, al utilizar una melodía con acompañamiento arpegiado. La grandeza se debe a la belleza de su tema principal.



La introducción se inicia con una modulación de do menor (la tonalidad del primer movimiento) a mi mayor, a cargo de la cuerda. El piano, mientras tanto, va acompañando. La flauta introduce el tema (0:52), que luego toma el clarinete (1:12) y finalmente, el solista (2:40).

En 4:20 el piano nos conduce a la segunda sección, un tema complementario del anterior y que poco a poco va creciendo. Obsérvese como se construye un subclímax en 5:16 para, finalmente, explotar en 7:15. El tema parece que no se quiere marchar y juega en el piano, hasta que el metal es cortante en el 7:49.

Entra el piano en una suerte de cadencia, aunque breve:



En 1:08 retomamos al primer tema poco a poco, con la cuerda aguda en sordina y el piano acompañando. Unos pasajes de gran belleza y ensoñación, que nos llevan hacia una coda (así, 2:20). En todo momento, el piano no lleva la melodía, pero la expresividad que desprende lo hace imprescindible.

Tercer movimiento:

Contrapone dos temas: el primero es energía pura, mientras que el segundo deriva del segundo tema del primer movimiento, lo que dota a la obra de una redondez añadida, a modo de recapitulación.



La introducción ya nos demuestra que este movimiento va a ser de una gran fuerza rítmica. Hemos dejado la obra en mi mayor y, gracias a esta introducción y el virtuosismo del piano, el tema vuelve a aparecer en do menor, la tonalidad del primer movimiento (0:41). El tema está encomendado al solista, con un pequeño apoyo de la cuerda.

En 1:49 surge el segundo movimiento, en los cellos, que toma el piano. Sin embargo, éste es breve, pues en 3:20, entramos en el desarrollo, con un intrigante platillo en pianísimo.

El desarrollo también es breve, pues en 4:04 volvemos al primer tema, con todos los recursos disponibles, orquesta y solista, ahora más virtuosístico que en la sección inicial. Se sucede a continuación una elaboración prolongada de este tema, con gran fogosidad, hasta el corte abrupto del 5:52.

El piano solo realiza una transición hacia el segundo tema, expuesto en la cuerda (6:08). En 6:39, el piano expone con comodidad el tema. El subclímax que se produce en 7:20 nos recuerda a una combinación entre los segundos temas de los dos movimientos anteriores.

El juego de los platillos en pianísimo vuelve a aparecer (7:45).



Las maderas nos traen reminiscencias del primer tema para ir construyendo el gran clímax final que tiene su antesala en 1:16. Pero... será el segundo tema el que ponga final a la obra (1:40), expuesto de forma grandiosa en la cuerda mientras el piano va haciendo pesados acordes. Frente a la furia del primer tema, será el segundo, mucho más trascendente, el que haga concluir la pieza. En 2:35 llegamos a una coda cargada de virtuosismo. El héroe romántico consigue sortear todas las penalidades y crisis para llegar a su final feliz.

¿Y QUÉ PASÓ CON LA BODA?

El concierto fue un éxito aquél 27 de octubre de 1901. Pero, ¿fue nuestro compositor feliz? ¿Pudo hacer realidad su sueño? Bárbara, la tía del compositor, se unió a la causa y, con insistencia y tenacidad, consiguió que en invierno se enviará la petición al zar. La dispensa fue concedida durante la Cuaresma de 1902, por lo que la pareja hubo de esperar hasta la Pascua para contraer matrimonio, haciéndolo finalmente el 29 de abril en una capilla militar a las afueras de Moscú.

A Rachmaninov le esperaba no sólo el éxito profesional, con el nombramiento como Director del Teatro Bolshoi de Moscú en 1904, sino su felicidad con su matrimonio y el nacimiento de su primera hija, Irina, en 1903. Hay quien dice que este concierto es su mejor obra. Lo que es indiscutible es que es una de las grandes piezas, no del siglo XX, sino de la Historia de la Música.


Rachmaninov y Natalia.
ANÉCDOTAS

¿Y ESA MÚSICA PARA QUÉ SIRVE?

Esto fue lo que Leon Tolstoi preguntó al compositor tras interpretar una obra al piano. Tolstoi, férreo defensor de las doctrinas del Grupo de los Cinco, consideraba que la música debía ser popular y que la música culta no aportaba nada y que era innecesaria.

MÚSICA DE RACHMANINOV, CANTA FRANK SINATRA

Frank Sinatra utilizó para dos de sus canciones temas extraídos del Concierto para piano nº 2. En 1945, Full moon and empty arms toma la melodía del tercer movimiento, mientras que en 1957, I think of you la toma del primero.

EL RACHMANINOV MÁS FÍLMICO

Es indudable el sabor fílmico que desprende la partitura. Pero nos sorprenderíamos del número de veces que el concierto ha aparecido en el cine, sobre todo siendo una obra que aún tiene derechos. Desde Breve encuentro (David Lean, 1945) a Más allá de la vida (Clint Eastwood, 2010), ha aparecido como mínimo una docena de veces. Quien más a compartido esta música en el cine ha sido el director Billy Wilder con Marilyn Monroe como actriz: en La tentación vive arriba (1955), el inicio del concierto ocupa un lugar destacado en una escena (debajo, puede verse), mientras que en Con faldas y a lo loco (1959), ella escucha la obra y comenta que debe ser música clásica, porque no canta nadie.