domingo, 21 de agosto de 2016

Marcha del Homenaje de Richard Wagner

La obra de Richard Wagner, encabezada por sus trece óperas terminadas constituye un baluarte sonoro y dramático que hacen pequeño el resto de su obra musical. Sin embargo, el compositor de Leipzig nos brindó otras obras de pequeño formato y gran calidad. Entre ellas, tres marchas compuestas en circunstancias distintas pero en el mismo periodo creativo. La primera de ellas, la Marcha del Homenaje, fue compuesta en 1864 para la coronación de Luis II de Baviera.

FICHA TÉCNICA

El castillo de Neuschwanstein, mandado construir
por Luis II de Baviera.


ObraHuldigungsmarsch ("Marcha del Homenaje"), WWV 97
Autor: Richard Wagner (Leipzig, 1813 - Venecia, 1883).
Año de composición: 1864.
Estreno: Versión inicial para banda, en la coronación de Luis II de Baviera acontecida en Munich.
Duración: 5 minutos.
Discografía recomendada: Marek Janowski dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Londres (EMI).




EL WAGNER NO OPERÍSTICO

La unión conceptual Wagner-drama es un hecho tan potente que sus trece óperas terminadas hacen al melómano facilmente olvidarse de todo lo demás escrito por este compositor. El creador del drama musical, la obra de arte total derivada directamente del teatro griego, en el que texto, música y escena forman un todo equilibrado a partes iguales llevó a la ópera a su máxima expresión, con el uso de la melodía continua a través del leitmotiv, que diludía los números de la ópera para transformarlos en un continuo de principio a fin de acto que fluye gracias al engarzamiento de los distintos motivos musicales.


Wagner en una fotografía tomada
aproximadamente cuando conoció a
Luis II de Baviera.
Pero más allá de la ópera, Wagner cuenta con un catálogo amplio muchas veces completamente desconocido. Algunas obras ni siquiera se han llevado aún al disco, mientras otras, como el celebérrimo Tristán e Isolda acumula grabaciones y grabaciones a lo largo de la Historia, escenificado, en versión de concierto o en extractos.

En la práctica, el Wagner de la sala de conciertos ha quedado monopolizado por las oberturas, preludios e interludios de sus óperas, fragmentos de más de diez minutos de duración habitualmente, que permiten ser insertados en el programa como si se trataran de poemas sinfónicos. Y en buena parte lo son, por su fuerza descriptiva. Junto con ellos, un poema sinfónico de verdad, El idilio de Sigfrido, y un ciclo de canciones, los Wesendonck Lieder, para soprano y orquesta, compuestos sobre poemas de Mathilde Wesendonck, esposa de un mecenas suizo. La obra fue fruto de una relación amorosa y probablemente sea la primera obra musical en la que colaboraron un hombre y una mujer.

¿No tiene Wagner sinfonías? Sólo terminó una, la Sinfonía en do mayor, con diecinueve años y estrenada en Praga unos meses después. Dos años más tarde iniciaría la composición de una segunda, en mi mayor, la cual se quedó en el primer movimiento. Ambas son piezas de netas raíces beethovenianas, pues no hacía ni una década que Beethoven había fallecido. Otros dos fragmentos musicales de tipo sinfónico se agrupan bajo el número de catálogo WWV 78, datadas en torno a una década después y nunca se han grabado. Tampoco tiene conciertos. Lo más parecido fue un arreglo del propio compositor para violín y orquesta de uno de las canciones de los Wesendonck Lieder, Träume ("Sueños"), con número de catálogo WWV 91b. Posteriormente, la Romanza del lucero vespertino del acto tercero de Tannhäuser ha sido arreglada para violoncello y piano, violín y piano o violín, violoncello y piano, pero estos arreglos no se deben al compositor.

Wagner sí tiene oberturas de concierto de duración generosa, once en concreto, por desgracia injustamente olvidadas por ser obras de juventud (la última la compuso con veintisiete años), una dedicada a Cristóbal Colón. A diferencia de otros ciclos de oberturas de concierto, como las de Beethoven, ningún director se ha animado aún a grabar un ciclo completo de las mismas. Algunas nunca se han grabado. En general, el Wagner no operístico sufre un tremendo olvido debido a que, en relación con otros trabajos del compositor, estas obras son indudablemente de calidad inferior, pero algunas superan con creces a obras destacadas de otros compositores románticos.

Dejando música incidental, otros ciclos de canciones, óperas inacabadas, obras para piano y el oratorio El ágape de los apóstoles, nos encontramos con una serie de marchas, tres de las cuales han gozado de relativa popularidad, pues contamos con varias grabaciones en disco. Son la Marcha del Homenaje, compuesta en 1864 para la coronación de Luis II de Baviera, la Marcha del Emperador, compuesta en 1871 para celebrar la coronación de Guillermo II como Emperador de Alemania tras la guerra franco-prusiana y la unificación y la Marcha del Centenario, un encargo de 1876 para celebrar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estatos Unidos. Curiosamente, su orden cronológico es coincidente con su orden de duración y complejidad. 

Su atractivo es probable que radique en el hecho de que están compuestas entre Tristán e Isolda y el estreno de El anillo del nibelungo, es decir, son obras del periodo de madurez. En los tres casos, Wagner va más allá del concepto militar de marcha, para desarrollar unos temas de bello lirismo que se contraponen a las secciones más triunfales.



UN HOMENAJE SINCERO


Luis II de Baviera.
La Marcha del Homenaje está compuesta, como dijimos, para la coronación de Luis II de Baviera en 1864. Este personaje, una suerte de mecenas del Renacimiento en pleno siglo XIX, excéntrico y ascendido prematuramente al trono, con tan sólo dieciocho años, sentía una admiración por nuestro compositor cercana a la divinización desde que el día de su decimosexto cumpleaños presenciara Lohengrin dirigido por Franz Liszt en Viena.

El mecenazgo de Luis a Wagner probablemente haya sido la relación de este tipo más importante de la Historia de la Música y de la que más se haya escrito, llevada al cine magistralmente por Luchino Visconti en Ludwig (1972) y posteriormente por Tony Palmer en Wagner (1983), serie de diez episodios de calidad cinematográfica de una hora protagonizada por Richard BurtonSu patrocinio consistió en crédito ilimitado y en la construcción de un teatro de ópera, el Palacio de los Festivales de Bayreuth, dedicado en exclusiva desde entonces y hasta hoy a representar sólo a Wagner, con dirección artística hereditaria. Junto con el Mozarteum de Salzburgo, el Festival de Bayreuth son las dos instituciones de prestigio mundial dedicadas exclusivamente a preservar el legado de un compositor con un celo casi religioso.


Cartel de la película Ludvwig de Visconti. Berger es un calco
de los retratos del rey bávaro, mientras que Schneider
vuelve a ser Isabel de Baviera (Sissi), prima del monarca
y esposa de Francisco José de Austria, quince años después
de haber encarnado a la Emperatriz en la trilogía
del mismo título.
Pero, ¿cómo empezó esta historia? Maximiliano II de Baviera, su padre, falleció inesperadamente en 1864 con cincuenta y dos años. Sin embargo, su reinado fue bastante largo, pues su padre, Luis I, hubo de abdicar tras conocérsele una amante, la bailarina Lola Montez, irlandesa. Se dice que la primera vez que el rey la vio le preguntó si su cuerpo era obra de la Naturaleza o del Arte. Sin embargo, el reinado de Maximiliano estuvo marcado por un absolutismo que, si bien no fue demasiado acusado, sí lo suficiente como para que, a su muerte, el pueblo tuviera grandes esperanzas en el joven Luis II, que con dieciocho años parecía encarnar los ideales del progreso.


Carruaje de la coronación. Su abigarrado estilo puede
chocar con el de una monarquía parlamentaria
decimonónica.
Una de las primeras medidas de Luis tras el fallecimiento de su padre fue la de buscar a Wagner. En ese momento, nuestro compositor se encontraba vagando entre el triángulo que suponía Ginebra, Venecia y Stuttgart. Aunque la prohibición para regresar a su Sajonia natal por su participación en la Revolución de Dresde de 1848 se levantó en 1861, nuestro compositor nunca tuvo intención de regresar allí. Su puesto de Director del Teatro de la Corte, que abandonó, le parecía un oficio servil y que en nada contribuía a favorecer su desarrollo artístico. Su situación económica era paupérrima, viviendo de conciertos ocasionales y con obras sin poder estrenar, entre ellas Tristán e Isolda, finalizada en 1859

Los servicios secretos bávaros hicieron importantes averiguaciones para localizarle, y finalmente lo hicieron en Stuttgart.  Las crónicas lo cuentan con un cierto aire de leyenda romántica: un joven de dieciocho años vestido de forma descuidada (al menos hasta donde le permite su clase social) rodea los muros románicos de la Colegiata y se adentra en un barrio de calles estrechas. Lo acompañan dos hombres vestidos de paisano que no terminan de ocultar su aspecto militar. Entra en una taberna y otea el horizonte humoso hasta descubrir a quien busca, apartado en una mesa:

Perdonad, señor, ¿no es vuestro nombre Richard Wagner?
Quizás... - responde con altivez.- ¿Cuál es el tuyo, chico?
¿No me reconocéis? Soy Ludwig von Wittelbasch; fui a saludaros en Viena,
hace tres años, después de una representación de Lohengrin. Franz Liszt
también estaba allí.
¡Claro que os recuerdo... Ludwig - balbucea - no os había reconocido.

Portada de la edición de la marcha
para orquesta, publicada un año más tarde.
A partir de aquí, todo es como un sueño: el joven le cuenta que dentro de unas semanas será coronado Rey de Baviera, que admira profundamente su música y sus escritos y le ofrece instalarse en la Corte de Munich o bien en una villa cercana, donde podrá seguir componiendo. Ese verano se asentará en el lago Starnberg, cerca de la capital bávara. El monarca pagará sus deudas y auspiciará los estrenos de Tristán e Isolda y Los Maestros Cantores de Nuremberg en el Teatro de la Corte de Munich (actual Ópera Estatal de Baviera).

A partir de ahí, se inicia una estrecha relación entre diversos personajes que tendrán a Wagner como epicentro. Luis invitará a Liszt a Munich para reponer Lohengrin. Este compositor, que se ocupó del estreno en Weimar en 1850, fue considerado en su tiempo como el máximo traductor de esta ópera de Wagner. Con Liszt viajan su hija Cósima y su marido, el pianista y director Hans von Bülow, quien después fundaría la Orquesta Filarmónica de Berlín. Todos vivían en la misma casa. Nuestro compositor auspició a Bülow a la dirección del Teatro de la Corte para después acabar manteniendo una relación amorosa con Cósima que acabaría con la ruptura de la pareja y su matrimonio con Wagner tras un larguísimo proceso judicial que fue objeto de todo tipo de comentarios en la Corte y la furia de Luis, quien mantenía una admiración rallana en el enamoramiento por nuestro compositor. También Liszt padecía la incomodidad propia de su estatus en aquél momento: soltero toda su vida (su hija fue fruto de un romance con la aristócrata Marie d'Agoult), había tomado los hábitos eclesiásticos.


LA MARCHA DEL HOMENAJE


Primera página de la versión para banda.
La Marcha del Homenaje no fue un encargo oficial, fue un regalo de nuestro compositor al rey tras su generosa oferta. Inicialmente compuesta para banda, fue estrenada el día de la coronación para después ser arreglada para orquesta. Hans von Bülow realizó sendos arreglos para piano y para piano a cuatro manos, demostrando que era el mejor pianista del momento, hecho reconocido por el propio Wagner y por Tchaikovsky, cuyo Concierto para piano nº 1 estrenó.

Cronológicamente, la obra se sitúa un año antes del estreno de Tristán e Isolda y con Los Maestros Cantores de Nuremberg en proceso avanzado de composición, si bien la longitud de la partitura (cuatro horas y media), provocaría que no estuviera terminada hasta tres años después. Este dato es importante para entender algunos motivos musicales que aparecen en la partitura.

La versión escogida está a cargo de Marek Janowski con la Orquesta Sinfónica de Londres, actual director de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín y que, a sus 77 años, es uno de los directores wagnerianos más importantes del momento. Es uno de los pocos que ha grabado las diez óperas de madurez de Wagner (dos veces El Anillo del Nibelungo y una tercera tras la grabación en vídeo que se ha realizado este verano en el Festival de Bayreuth).


La obra se inicia con un tema lento a cargo de las maderas y en el que hay referencias armónicas al monólogo de Hans Sachs de Los Maestros Cantores de Nuremberg y la ambigüedad armónica de Tristán e Isolda, influencia también en el uso del chelo como instrumento que lleva la melodía (0:12), si bien en este caso en modo mayor.

El tema de la marcha comienza en 0:42. Las fanfarrias nos recuerdan al concepto de Grand Opera utilizado en Rienzi. El tema inicial comienza en 1:21 y nos recuerda al animado folclorismo pero de elegante lirismo con el que se inicia la reexposición del tema principal de Maestros en la Obertura. El pequeño clímax del 2:05 tiene también reminiscencias de la Canción del premio de esta ópera.

En 2:25 aparece un motivo derivado para volver a las fanfarrias (2:47) y reexponer (3:03), una técnica también utilizada, con mayor complejidad, en la Obertura de Maestros. En 3:15 nos encontramos de nuevo el submotivo, expuesto con mayor intensidad en la cuerda. En 3:38 aparece por tercera vez el motivo principal. En 4:29 se inicia una coda triunfal, aumentando la tensión gracias a las subidas y bajadas diatónicas de violines y flautas.

El original para banda se puede escuchar aquí:




ANÉCDOTAS

UN MONARCA ENTREGADO

Leemos en una de las primeras cartas de Luis a Wagner: Quiero borrar para siempre de su existencia las inquietudes de la vida cotidiana. Conseguiré para usted la paz que tanto ha anhelado, de modo que pueda desplegar libremente las poderosas alas de su genio en el éter puro del arte extático. ¡Oh, con cuánta ilusión imaginaba el momento en que podría cumplir este propósito! Apenas me atrevía a sentirme feliz en la esperanza de poder probar mi amor por usted.

Esta relación casi amorosa del monarca a Wagner fue duramente criticada en la Corte, llegando a apodar a nuestro compositor Lolotte, inspirado en Lola Montez, la amante del abuelo del rey.


Helmut Berger (Luis) y Trevor Howard (Wagner), en una escena de
Ludwig. Aunque la película es en color, el blanco y negro y el
parecido de los actores harían pasar el fotograma por fotografía.