domingo, 21 de diciembre de 2014

Ratablo de Navidad de Joaquín Rodrigo

Joaquín Rodrigo ha quedado indisolublemente ligado a su Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta. El valenciano, ciego desde los tres años e integrante de la llamada Generación del 39, cultivó un estilo ecléctico difícil de ubicar, con reminiscencias del Renacimiento español en sus sonoridades y con preferencia de la música de cámara y para pequeña orquesta, aunque algunas de sus obras sinfónicas son de gran envergadura. Primera entrega de tres dedicadas a la música navideña.

Belén Napolitano. Detalle de la escena del Nacimiento.
Museo Nacional de Escultura (Valladolid).
FICHA TÉCNICA

Obra: Retablo de Navidad
Autor: Joaquín Rodrigo (Sagunto, Valencia, 1901 - Madrid, 1999), condecorado como Marqués de los Jardines de Aranjuez. Textos de Lope de Vega, Victoria Kamhi y anónimos.
Año de composición: 1952.
Duración: 23 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Raquel Lojendio (soprano), David Rubiera (barítono), Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid dirigidos por José Ramón Encinar, 2002 (Naxos). 













DE LO COSMOPOLITA A LO COTIDIANO

Joaquín Rodrigo, conocido en los círculos populares españoles como el Maestro Rodrigo, se quedó practicamente ciego debido a la difteria. Con ocho años, viendo una representación de la ópera Rigoletto de Verdi decidió que quería dedicarse a la música. Su familia, con una economía desahogada, permitió que el niño iniciara estudios musicales en Sagunto y que se trasladara a Valencia con dieciséis años para continuarlos.

Tras ganar un premio de composición con veinticuatro años, obtiene una beca para estudiar en la Escuela Normal de Música de París. El nombre de la institución puede llevarnos a engaño, pero esta prestigiosa institución había acogido ya como alumnos a otros insignes españoles: Falla, Albéniz, Granados o Turina. Bajo la tutela  del compositor Paul Dukas, el joven Rodrigo inició una brillante carrera compositiva en la que, como reconocía su mentor, había reminiscencias españolas, pero menos acusadas que en sus predecesores y con un estilo nuevo.

Victoria Khami y Joaquín Rodrigo el día de su boda.
Durante sus años en París, acompañado de su fiel secretario Rafael, se insertó en la vida cultura de la ciudad. Allí, y casi por casualidad, conoció a la que poco después sería su esposa, Victoria Kamhi, una sefardita de buena familia y parientes dispersos por media Europa (ella había nacido en Constantinopla), pianista y en general aficionada a las artes. Tras un breve paréntesis para venir a España a casarse, en 1933, ambos regresaron a París, con estancias en Alemania y, durante la Guerra Civil Española, en Zurich. Finalizada la contienda, regresaron a España para asentarse definitivamente en Madrid. Ya en el verano de 1938, el compositor había sido invitado a Santander a los cursos de verano, donde compartió actividad con Gerardo Diego, Luis Rosales, Agustín de Foxá o Eugenio d'Ors.

LA GENERACIÓN DEL 39


Fotografía de
Joaquín Rodrigo.
Joaquín Rodrigo no es fácil de ubicar estilísticamente. Como muchos otros autores del siglo XX, su estilo es ecléctico en géneros y recursos y sólo es posible ubicarlo a través de un sistema de generaciones, como ocurre en otras tantas disciplinas artísticas. En concreto, se le ubica en la llamada Generación del 39, un escalón intermedio entre dos mundos bastante diferentes. Por un lado, el nacionalismo español, con los músicos que tradicionalmente han sido considerados los grandes representantes de la música española (sobre todo por su lenguaje, con reminiscencias folclóricas), tales como Isaac Albéniz, Enrique Granados, Manuel de Falla o Joaquín Turina. Por otro, los renovadores de la llamada Generación del 51, que exploraron nuevos mundos sonoros e introdujeron las vanguardias europeas en España. Entre estos últimos, quizás los dos más representativos sean sendos compositores vivos, hoy auténticas leyendas de la música del siglo XX: el leonés Cristóbal Halffter y el turolense Antón García Abril.

Entre medias, la Generación del 39, cuyo protagonismo, sin duda alguna, lo ha acaparado Rodrigo con una carrera imparable en la España de posguerra tras el estreno, en Barcelona, de su famoso Concierto de Aranjuez (1940). Efectivamente, obras suyas se estrenaban con éxito tras éxito, gracias también a la difusión dada desde la Orquesta Nacional y su director aquellos años, el mítico Ataúlfo Argenta, quien difundió la obra del compositor tanto en España como en Europa, principalmente en Francia.

Ciertamente, la llegada de generaciones subsiguientes de compositores motivó el olvido de gran parte de sus obras, felizmente recuperadas en la última década. Así, el sello discográfico Naxos se embarcó, con orquestas y directores españoles, a grabar toda la obra orquestal del compositor. El sello holandés Brilliant ha sido el primero en editar en disco la obra completa. En las salas de conciertos, dejando a salvo el imbatible Concierto de Aranjuez, la presencia del compositor es muy escasa.

EL RETABLO DE NAVIDAD


Uno de los varios monumentos dedicados
al compositor. Éste, en Rosario
(Argentina). Detrás, aparece su esposa.
Retablo de Navidad es una obra prácticamente desaparecida de las salas de concierto. Fue compuesta en 1952 para presentarla al Concurso Nacional de Composición y su autor se hizo con el galardón tal día como hoy, un 21 de diciembre (el Premio le fue entregado, ex aequo, junto a Jesús García Leoz). Fue además un año especialmente fructífero para Rodrigo, pues tuvo el honor, el 18 de mayo, de dar la conferencia inaugural de Juventudes Musicales, institución que ha gozado desde entonces y hasta hoy de una gran actividad de difusión musical (actualmente, y desde 1976, la Presidencia la ostenta la Reina Sofía).

Esta obra no es un oratorio, sino sólo un ciclo de ocho canciones compuestas en forma de villancicos y con reminiscencias del Renacimiento y de la música popular. Los textos son de Lope de Vega, de Victoria, esposa del compositor, y anónimos. Requiere dos solistas (soprano y barítono) y un coro y orquesta de pequeñas dimensiones (la orquesta, una orquesta sinfónica reducida, consigue traducir muy bien el efecto antiguo). Escucharemos cuatro.

Cantan por Belén pastores. Texto de Victoria Kamhi, perfectamente articulado y que encaja perfectamente en el estilo del Siglo de Oro de Lope de Vega. La noche oscura que se ilumina con la estrella que anuncia el nacimiento de Cristo está perfectamente descrita en la progresión sonora.


Cantan por Belén
pastores en el portal bajo el techo florido,
van entonando loores, flauta y laúd.
 ¡Ah! En noche tan fría
es cuando ha nacido el niño divino.
Zagala tan pura lo ha parido.
Zagala tan pura.
Cantan por Belén Pastores al zagalejo,
que acudieron al establo:
Lucas, Lázaro y el viejo Pablo.
Una estrella de oro fino ve desde los cielos
como hacen tierna música,
entre escarcha, entre hielos.
Ángeles cantan en coro al niño divino.
Cantan por Belén Patores en el portal bajo el
techo florido. Suenan dulzainas y arpas,
pues el niño ha nacido.
Duérmete tú, mi lucero, en vuelto en esplendor,
hijo tú del carpintero, Cordero y Pastor.

Coplillas de Belén. Texto de Victoria Kamhi. La pieza tiene un marcado estilo castizo.


Si la palmera supiera
que al Niño en cuna tan bella
caído se le ha una estrella,
su abanico le tendiera
para que el Niño meciera.

Del monte por la ladera,
qué alegre va al pastorcillo,
montado en su borriquillo.

Corre, que el Niño te espera
y es corta la Nochebiena.
En Belén la Virgen pura
le reza al Niño que espera.

Canta la Virgen María,
el Niño le sonreía.
Qué triste está la palmera.

Si la palmera supiera.

A la chiribirivuela. Anónimo. También de aire popular, las armonías renacentistas en el coro a capella le dota de un importante efecto.

A la chiribirivuela, Maricuela,
chiribirivuela, vuela vuela.
Vuela tú, pues vuela el sol,
cuando el mundo le persigue, sigue.
Sigue tú con pie sutil, sigue tú con pie sutil.
Sigue, sigue, sigue
chirichiribivuela, Maricuela,
chirichiribivuela, vuela vuela,
a la chirichiribivuela, chiribirivuela,
Maricuela, Maricuela,  chiribirivuela, vuela, vuela,
vuela, vuela, a la chirichiribirivuela,
Maricuela, chiribirivuela, chirivuela,
vuela, vuela.

Mira tú elo bello clavel
que el pincel del alba dora, ora, ora
ora, pues desnudo está, ora
pues dusnuesto está, ora, pues denuso está,
está, está, está, está.

Arrópale que se hiela, hiela, hiela, hiela,
hiela, hiela, hiela, hiela, hiela, hiela, hiela,
hiela hiela.

A la chirichiribirivuela, Maricuela,
chiribirivuela, vuela, vuela,
sigue, mira, ora, canta, gira, baila,
toca, con pandero y castañuelas,
con pandero y castañuelas.
Amén, amén, amén.

A la clavelina. Texto de Lope de Vega. Con una melodía animada y popular, el timbre de la orquesta le dota de un sonido ecléctico. Aun cuando el trabajo que hizo Victoria es de una calidad muy alta, el texto de Lope, con esa alusión final a la Trinidad, es Siglo de Oro con mayúsculas.


A la clavelina, a la perla fina,
a la Aurora santa que el sol se levanta,
cuanto vale Dios.

Reina de los cielos, divina Señora;
a fe que habéis dado al mundo limosna,
que andaba gitano fuera de la gloria
con esa moneda, pues que vale sola,
cuanto vale Dios.

Clavelina hermosa, perla de los cielos,
rocío divino, soberano verbo;
gusto que a las nubes a la tierra dieron
solo el vellocino más puro que el cilo,
cuanto vale Dios.

A las gitanillas das de limosna,
esa monedica de gracia y de gloria,
medalla divina de las tres personas
aunque en ella vive la segunda sola,
cuanto vale Dios.

ANÉCDOTAS

RETABLO DE NAVIDAD LLEVADO AL TEATRO

La escritora Georgina García Mauriño escribió una obra de teatro infantil al estilo de los Autos de Navidad del Renacimiento pero en lenguaje sencillo, intentando dar hilo conductor al ciclo de canciones que componen Retablo de Navidad. El propio compositor dijo de su obra que acaso sea lo más bello y puro que he escrito.

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