domingo, 18 de enero de 2015

Karelia de Jean Sibelius (I)

Jean Sibelius, gloria nacional de Finlandia, trasladó a los pentagramas su tierra natal en una época, finales del siglo XIX, en que el país era un Gran Ducado integrado en el Imperio Ruso y se fraguaban las ansias de independencia. Su lenguaje intelectualizado (frío como su tierra podríamos decir) dificulta en ocasiones acercarse a él. Karelia, una obra de juventud, nos permitirá conocer la tradición musical finlandesa con un lenguaje sencillo y agradable de escuchar. Dada las dimensiones de la obra, escucharemos fragmentos repartidos en dos semanas.

La leyenda de Aino (detalle). Akseli Gallen-Kallela,  
Museo Ateneum de Helsinki.
FICHA TÉCNICA

Obra: Karelia.
Compositor: Jean Sibelius (Hämmeenlinna, Gran Ducado de Finlandia, Imperio Ruso, 1865 - Järvenpää, Finlandia, 1957).
Año de composición: 1893.
Estreno: El 13 de noviembre de 1893, en Viipuri. El compositor dirigió a la Orquesta de la Sociedad Filarmónica.
Versión actual: En 1997, Jouni Kaipanen (n. 1956) reconstruyó la obra, siendo la versión actualmente interpretada.
Duración: 45 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Tuomas Ollila dirigiendo a la Orquesta Filarmónica y Coro de Tampere. Tellu Virkkala (soprano), Anna-Kaisa Liedes (soprano), Juha Kotilainen (barítono), Ondine (1998).

¿DÓNDE ESTAMOS?

A la mayoría de los que me leéis, al igual que me pasa a mí, desconoceréis la Historia de Finlancia más allá de una idea vaga. Los países nórdicos han quedado fuera de nuestro radio de acción social, cultural y político, por lo que creo que es interesante que empecemos con algunos datos para situarnos.

En el territorio que hoy conocemos como Finlancia, más o menos, estaban asentadas diversas tribus con su propia organización hasta la llegada de Erik IX de Sucecia, quien introdujo el cristianismo y la lengua sueca. En el siglo XIV, la República de Nóvgorod arrebató a Suecia la mitad del territorio de Finlandia. Con la caída de Nóvgorod a manos de los rusos un siglo después, el territorio quedó anexionado al Imperio. Sucesivos conflictos bélicos disputarían suecos y rusos por este territorio, con cambiantes resultados a favor o en contra de uno y otro. La Guera Finlandesa de 1808 decantó la balanza a favor de Rusia y su zar, Alejandro I, creando un Gran Ducado.

Así las cosas, la segunda mitad del siglo XIX será un hervidero cultural que reinvindicará la identidad de Finlandia como nación, hecho que se producirá cuando, aprovechando la Revolución Rusa, se declare independiente en 1917.

No acabará aquí la historia convulsa de este país, pues tras una breve Guerra Civil, la URSS intentará anexionarse el territorio en dos ocasiones. También hubo de expulsar a los alemanes en los últimos episodios de la II Guerra Mundial.

En 1947 y 1948 se vio obligada a firmar sendos tratados con la Unión Soviética, perdiendo parte de su territorio y la ciudad de Viipuri (pasada a ser denominada Víborg), de la que luego hablaremos. Gracias a ello pudo permanecer al oeste del telón de acero (pero neutral) y mantener su soberanía. La caída del comunismo en 1991 dejó sin efecto parte de la mayoría de sus cláusulas, pero territorialmente hubo pocas devoluciones, y la ciudad de Víborg sigue hoy perteneciendo a Rusia.

Dada su frágil trayectoria geopolítica, es fácil entender por qué los fineses han desarrollado un apego casi devocional a su cultura y a sus intelectuales, quienes verdaderamente se han preocupado de mantener sus esencias como nación.

¿Y QUÉ ES KARELIA?

Karelia es una región histórica hoy repartida entre Finlandia y Rusia y situado en el extremo oriental del primero. Allí se encuentran los dos lagos mayores de Europa, el Ládoga y el Onega (en territorio ruso) y su parte norte da al Mar Blanco. Actualmente, la parte finesa se divide en Karelia del Norte y Karelia del Sur, mientras que la rusa se denomina genéricamente "República de Karelia".

Naturaleza en Karelia.
La región de Karelia fue un mito para los artistas del nacionalismo finés, fundamentalmente debido a Kalevala, poema épico recopilado por Elias Lönnrot y publicado en dos versiones de 1835 y 1849, esta última con más de 23.000 versos divididos en 50 poemas. Y es que la compilación fue recogida principalmente en la región de Karelia, lo que dio lugar a un movimiento denominado karelianismo que pretendía buscar las raíces de un sustrato nacional en las viejas leyendas y tradiciones.

Y en este círculo es donde se desarrollan destacados artistas del momento, como el pintor Akseli Gallen-Kalella, el escritor Juhani Aho, el escultor Emil Wikström y el compositor que nos ocupa, Jean Sibelius.

SIBELIUS: UN MÚSICO COMPROMETIDO PERO INTROVERTIDO

Sibelius en 1892.
Nacido como Janne Sibelius en territorio ruso pero en una familia de convicciones nacionalistas finesas, en su juventud comenzó a usar su equivalente francés Jean, con el que quedó identificado toda su vida. La primera etapa de su vida está cargada de una anodina pulcritud: estudió en el Liceo Normal de Hämmelinna y marchó a Helsinki a estudiar Derecho y violín. Se casó joven con Aino Järnefelt y tuvo seis hijos.

Hasta aquí el lector me dirá que correcto lo de la introversión, pero que no ve el compromiso por ninguna parte, más que la herencia recibida de sus padres. Pues bien, en 1892, recibió un encargo de la Universidad de Helsinki para que, en su faceta de músico, acudiera a Karelia a recopilar antiguos cantos. Anotó entre quince y veinte temas, y si bien no fue un trabajo que hoy pudiéramos calificar de científico, los cantos le impresionaron mucho y de él comenzaron a surgir varias composiciones de corte folclorista.

Poco después, y asentado con su mujer en Helsinki, conocerá a una serie de intelectuales, como los músicos Kajanus y Wegelius e iniciará su amistad con el pintor Gallen-Kallela, indiscutible nacionalista. A pesar de sus personalidades muy diferentes (nuestro compositor, melancólico y soñador, el pintor, temperamental y directo), ambos congeniarán a la perfección. Se iniciará una tarea compositiva fructífera, ya con una clara temática nacionalista.

KARELIA

Ediciones de Kalevala de 1835 y de 1849.
La obra de Elias Lönnrot elevó a mito Karelia.
En 1893, a Sibelius le llegará un nuevo encargo de la Universidad de Helsinki: la Asociación de Estudiantes de Viipuri, capital de la región de Karelia, debido a la creciente preocupación por la rusificación de la región, crea un festival benéfico (con un sorteo de lotería) que tendrá como temática diversos episodios breves que escenifiquen su historia.

El trabajo le mantendrá ocupado todo el verano, meses en que nuestro compositor se irá con su familia a Ruovesi, una pequeña localidad en medio de la naturaleza. Los escenarios de este espectáculo también estarán encomendados a nacionalistas de la época, participando los ya nombrados Gallen-Kallela y Emil Wikström y el arquitecto Jac Ahrenberg.

Transcripción para piano de la Obertura
de Karelia debida a Dorothy Taubman.
Vayamos a la obra. Previamente, una advertencia. El compositor, que décadas después desarrolló un intelectualizado lenguaje, vio en Karelia una obra de juventud de baja calidad, por lo que, en la década de los cuarenta del siglo XX, echó al fuego la única copia completa que había. Esta obra, más bien de circunstancias, no se asentó en las salas de conciertos, por lo que Sibelius realizó una suite orquestal extrayendo tres números de la partitura (el Intermezzo, la Balada y la Marcha). Suite que fue popular gracias a Kanajus y que hoy lo sigue siendo, es probable que ello animara al compositor a destruir los demás números décadas después. Afortunadamente, se han conservado particellas de los diferentes instrumentos en archivos de varias orquestas, lo que llevó a dos compositor fineses, en 1997, a trabajar en sendas reconstrucciones de la partitura. Jouni Kaipainen (cuya reconstrucción escucharemos) y Kalevi Aho realizaron un destacado trabajo, gracias al cual, hoy podemos hacernos una idea de un trabajo fresco y popular de su autor, alejado del intelectualismo de décadas posteriores y no por ello sin la brillantez suficiente para ser considerada una gran obra. Comencemos con la obertura, con la que parece que sobrevolamos la región con el tema inicial hasta imbuirnos en el espíritu popular en el 2:30, tras lo cual los temas funcionan a manera de mosaico de lo que luego escucharemos en la obra. Por razones técnicas, el blog no admite insertar el vídeo, así que coloco el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=OX8K_CAGmLw

El primer cuadro nos introduce en el ambiente medieval de Finlandia, con una canción rúnica cantada por dos sopranos:




Castillo de Víborg.
El segundo cuadro escénico que se pretendía acompañar con la música recreaba la construcción del castillo de Viipuri (actual Víborg), con un aire a medio camino entre sones medievales cargados de nobleza y cierta melancolía. El escudo de la ciudad, cuando perteneció a Finlandia entre 1917 y 1947, ostentaba su castillo. Unas armonías cargadas de nobleza nos conducen al clímax del número.

Iglesias luteranas en la actual Priozersk 
nos recuerdan su pertenencia a Finlandia.

El tercer cuadro, ilustrado por un número musical breve, representa la recaudación de impuestos por Narimont, Duque de Lituania, en la provincia de Kakisalmi, en una isla al sur del lago Ládoga. La ciudad del mismo nombre pertenece hoy a Rusia, bajo el nombre de Priozersk. Hoy, las iglesias luteranas (y no ortodoxas) siguen recordando en la ciudad su historia de siglos.



El intermedio que pone fin a la primera parte utiliza el tema folclórico expuesto en la Obertura, aquí cargado de solemnidad. Con él terminamos la escucha de la primera parte de la obra, dejando las otras dos para la semana que viene, así como el resultado de la obra y su influencia en la Finlandia de la época.




Aino Järnefelt, esposa de Sibelius.
ANÉCDOTAS

UNA NOVELA UN POCO DESCARADA

El escritor Juhani Aho, al que Sibelius conoció en los círculos intelectuales nacionalistas, escribió en 1890 una novela titulada Solo en el que, de forma autobiográfica, relataba su pasión por la prometida (poco después esposa) de Sibelius, Aino Järnefelt. El enfado de Sibelius fue importante, pero después se fue diluyendo. También hay que decir que el escritor se casó un año después con la pintora Vendra Soldán-Brofeldt.

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