En fechas de Carnaval, os propongo esta semana la Obertura del Carnaval Romano, de Héctor Berlioz. Obra compuesta en 1844, se inspira en los temas de una de sus óperas, Benvenuto Cellini, sobre la figura de este escultor, aventurero y amante italiano del siglo XVI. La acción ocurre, precisamente, en las fiestas de Carnaval en Roma.
El Carnaval en Roma, José Benlliure (1881). Museo Carmen Thyssen (Málaga). |
FICHA TÉCNICA
Obra: Obertura del Canaval Romano, op. 9.
Compositor: Héctor Berlioz (La Côte-Sain-André, Francia, 1803 - París, 1869):
Año de composición: 1833.
Estreno: El propio compositor dirigiendo a la Orquesta de París en la Sala Herz de París, el 3 de febrero de 1834.
Duración: 9 minutos, aprox.
Duración: 9 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Colin Davis dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Londres, 1965 (Philips).
Si la semana pasada estábamos en los salones del París burgués con el elegante y delicado Chopin, esta semana no cambiamos de época ni de lugar, si de compositor y de personalidad. Héctor Berlioz es el paradigma del más apasionado romanticismo en la Francia decimonónica. Hijo de un médico, fue enviado a París a estudiar Medicina, carrera que abandonó pronto por el Conservatorio de la misma ciudad. En los círculos intelectuales conoció a Alejandro Dumas, Víctor Hugo y Honoré de Balzac. El escritor Théophile Gautier diría: Me parece que Héctor Berlioz, con Víctor Hugo y Eugène Delacroix, forman la Santísima Trinidad del arte romántico.
Harriet Smithson. |
Nuestro compositor ya demostró dotes para inclinarse por el romanticismo cuando, en su juventud, disfrutaba leyendo a Virgilio, y lo demostrará con creces cuando, con veintitrés años, se enamore perdidamente de Harriet Smithson, una actriz irlandesa afincada en París especializada en la obra de Shakespeare y que contaba con veintiséis años. Así, un 6 de septiembre de 1827, Berlioz acudió a una representación de Hamlet en la que ella interpretaba a Ofelia. El joven quedó inmediatamente obsesionado de Harriet, escribiéndole apasionadas cartas, que ella rechazaba, asustada por el ardor que desprendían. No obstante, nuestro compositor no se dió por vencido y siguió insistiendo durante varios años. Tres años más tarde, en 1830, ganará el Grand Prix de Roma y compondrá su obra más famosa: la Sinfonía Fantástica. Esta obra, de la que hablaremos en otra ocasión, puede ser considerada como la primera sinfonía programática (con argumento), en el sentido que hoy se le da al término. Si bien Beethoven en su Sinfonía Pastoral, compuesta en 1808, dota a cada movimiento de un sobretítulo alusivo a escenas del campo, Berlioz va más allá: los movimientos directamente tienen los títulos de las escenas y el argumento fue ofrecido a los espectadores en el programa de mano. Esta obra no sólo fue dedicada a su amada, sino que además es ella la protagonista, que en cada escena marcha de un ambiente a otro, desde un baile hasta un aquelarre al es que es arrastrado el compositor, que trata estos escenarios como proyecciones de lo que su ánimo le ofrece el amor no correspondido por la amada. La cosa acabó bien y ambos se casaron en 1833.
Retrato de Berlioz. |
Semejante biografía no era la más apropiada para el argumento de una ópera en una sociedad burguesa que veía el género como la excusa para un acto social (otro gran operista, Richard Wagner, tuvo problemas con el público parisino cuando se representó, en 1861, su ópera Tannhäuser). No obstante, Berlioz se atrevió a ello en 1838 y el resultado no fue favorable: silbidos, patadas, gritos, también algunas aclamaciones de su círculo de partidarios, que hicieron que al día siguiente el compositor realizara censura del libreto, encargado a Auguste Barbier y León de Wailly. No obstante, las dos siguientes representaciones se movieron en la indiferencia total, probalemente porque la sala estaba bastante desanjelada tras las noticias habidas del estreno. Después, fue retirada de cartel.
Unos meses después, el 11 de enero de 1839 fue representada en el Teatro de la Corte Imperial de Weimar, a la mitad de aforo, y después se ofreció el primer acto aislado en tres representaciones de un espectáculo de ballet. Y ahí acabó todo. El 17 de marzo escribiría las siguientes líneas al director de la Ópera:
Señor:
Tengo el honor de anuiciarle que retiro mi ópera Benvenuto,
lo cual estoy íntimamente convencido de que será recibido con placer.
Su seguro servidor.
Adelantamos cuatro años en el tiempo y nos vamos a 1843. Nuestro compositor regresa a Weimar, donde el 25 de enero ofrece un concierto que resulta ser un éxito, partiendo después a Leipzig, donde le esperaba Félix Mendelssohn-Bartholdy, el compositor alemán a quien Berlioz había conocido en Roma años atrás. Y de allí, a Dresde, donde Wagner desempeñaba el puesto de Maestro de Capilla. Aunque ambos compositores, a los actuales ojos del arte, tienen muchos puntos en común, la relación se movió en la más correcta indiferencia.
Benvenuto Cellini. |
LA OBERTURA DEL CARNAVAL ROMANO
La Plaza Colonna de Roma, escenario para el Carnaval. |
El estreno de la Obertura resultó un éxito y la obra fue repetida varias veces. Probablemente el éxito de esta obertura radica tanto en el qué se dice como en el cómo se dice: en ese mismo año, Berlioz publicó su Tratado de orquestación e instrumentación modernos, todo un revulsivo en lo que se refiere al tratamiento de las posibilidades sonoras de la orquesta. Así, en el saltarello el juego tímbrico de las maderas como respuesta al tema príncipal o el novedoso tratamiento del metal en la coda, modulación incluida, que nos recuerda al Romanticismo más moderno.
Nos cuenta todo Berlioz en sus Memorias. En el ensayo de la mañana y en el estreno estuvo presente Habeneck, el director que fue incapaz de dirigir correctamente el saltarello en el estreno de la ópera. Aquella mañana hubo de ensayarse sin metales, pues habían sido llamados a un acto de la Guardia Nacional. Según nuestro compositor, Habeneck se alegró y auguró una catástrofe en el concierto. Cuando los metales llegaron por la tarde, le hicieron llegar a Berlioz su opinión sobre la dificultad de sus partes, a lo que éste respondió: No tengan miedo. Las partes están correctas; todos saben su trabajo; miren mi batuta tanto como puedan, cuenten sus compases correctamente, y todo estará bieni. No hubo un solo error. Lancé el allegro en el tiempo fugaz de los bailarines transteverinos. El público gritó ¡Bis! Y la tocamos completa otra vez; estuvo mejor la segunda vez. Y al pasar por la sala de recepciones, donde Habeneck estaba algo decepcionado, sólo dejé salir estas breves palabras: "¡De esta forma es como debía ir!" a lo que él tuvo suficiente cuidado para no responder.
ANÉCDOTAS
OPINIONES PARA TODOS LOS GUSTOS
No puedo comparar el Carnaval Romano de Berlioz con nada
que no sean los bufidos y aullidos de un meno enorme,
sobre-excitado por una severa dosis de alcohol.
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