El Miserere es una de las composiciones más típicas de la polifonía renacentista, sobre el texto del Salmo nº 50. El más famoso, por su curiosa historia, su belleza y, a la par, su complejidad, es el compuesto por Gregorio Allegri hacia 1638 por encargo del Papa Urbano VIII para ser interpretado, exclusivamente, en la Capilla Sixtina.
La creación de Adán. Miguel Ángel Buonarroti (h. 1511). Techo de la Capilla Sixtina. |
FICHA TÉCNICA
Obra: Miserere.
Compositor: Gregorio Allegri (Roma, 1582 - ibid., 1652).
Año de composición: h. 1638.
Estreno: En los maitines de Miércoles Santo del mismo año en la Capilla Sixtina.
Duración: 12 minutos, aprox.
Discografía propuesta: The Tallis Scholars, dirigidos por Peter Philips. Grabación en directo realizada en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, 1994 (Gimell).
EL MISERERE
La denominación Miserere hace referencia a la composición musical sobre el texto del Salmo nº 50, texto poético que comienza, en la Vulgata de San Jerónimo (traducción al latín de la Biblia hebrea y griega), con el verso Miserere mei, Deus ("Ten piedad de mí, oh Dios").
El Rey David cantando salmos. Ilustración de un códice miniado. |
Estas obras han llegado hasta nuestros días debido a su pronta utilización en las ceremonias judías y su paso a la liturgia cristiana, colocando un salmo entre las dos lecturas de la misa de domingos y fiestas de guardar o tras la única lectura que se lee en la misa de diario. Además, aparecen en otras ceremonias religiosas y así, el salmo que nos ocupa es utilizado en los laudes de todos los viernes del año y en los maitines de Miércoles y Viernes Santo.
El texto del Salmo nº 50 dice lo siguiente:
LATÍN
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CASTELLANO
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Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam.
Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele
iniquitatem meam.
Amplius lava me ab iniquitate mea: et a peccato meo
munda me.
Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper. Tibi soli peccavi, et malum coram te feci: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincas cum judicaris. Ecce enim in iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea. Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuae manifestasti mihi. Asperges me hysopo, et mundabor: lavabis me, et super nivem dealbabor.
Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et exsultabunt
ossa humiliata.
Averte faciem tuam a peccatis meis: et omnes iniquitates meas dele. Cor mundum crea in me, Deus: et spiritum rectum innova in visceribus meis. Ne proiicias me a facie tua: et spiritum sanctum tuum ne auferas a me.
Redde mihi laetitiam salutaris tui: et spiritu
principali confirma me.
Docebo iniquos vias tuas: et impii ad te convertentur.
Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae: et
exsultabit lingua mea justitiam tuam.
Domine, labia mea aperies: et os meum annuntiabit laudem tuam.
Quoniam si voluisses sacrificium, dedissem utique:
holocaustis non delectaberis.
Sacrificium Deo spiritus contribulatus: cor contritum, et humiliatum, Deus, non despicies.
Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion: ut
aedificentur muri Ierusalem.
Tunc acceptabis sacrificium justitiae, oblationes, et holocausta: tunc imponent super altare tuum vitulos. |
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues
yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En
la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te
gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme
oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh
Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme
la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame
de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
Señor,
por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos. |
GIOVANNI ALLEGRI: UN COMPOSITOR QUE DA EL PERFIL
Allegri es el prototipo de compositor de música sacra del Renacimiento, relacionado con lo eclesiástico toda su vida. De familia más bien humilde, pudo estudiar gracias a que fue admitido en la Capilla musical de la Iglesia de San Luis de los Franceses de Roma, a la par que se inició en los estudios de Teología. El Maestro de Capilla lo recomendó a su hermano, Giovanni María Nanino, amigo de Giovanni Pierluigi de Palestrina, uno de los más famosos polifonistas del Renacimiento. Estudió canto en diversas Catedrales y, en 1628, se presentó a los exámenes de acceso al Coro de la Capilla Papal, siendo admitido.
El resto de su vida permaneció en dicho Coro, lo que le dio estabilidad, pero también una cierta monotonía, lo que ha hecho en gran medida que, aun conservando gran parte de su producción musical, no tenga la difusión que tienen los dos grandes compositores del Renacimiento: el abulense Tomás Luis de Victoria y el citado Palestrina. En el caso de Victoria, nacido en la ciudad de cantos y de santos, acudió a Roma sin olvidarse nunca de su Ávila natal, enviando música para la Catedral. Hoy la ciudad le recuerda llevando su nombre el Conservatorio y el Auditorio.
EL MISERERE: UNA OBRA RESTRINGIDA
El Miserere es la obra más famosa de Allegri y prácticamente la única que permanece en repertorio. Fue un encargo del Papa Urbano VIII para los maitines de Miércoles y Viernes Santo en la Capilla Sixtina, hacia 1638.
La disposición tradicional del Miserere es una serie de estrofas a las que se intercala, en monodía gregoriana, una secuencia. En el caso que nos ocupa, está pensado para dos coros de cuatro y cinco voces respectivamente. Uno de los coros expone el tema de forma sobria y el otro realiza una contestación más elaborada. Las interpretaciones historicistas emplean una voz por parte, lo que favorece la transparencia y hace que se escuche todo. Como comprobaremos con su escucha, el papel que tiene la soprano del segundo coro es de gran dificultad, con un agudo estratosférico que se va diluyendo como reverberación en un gran templo.
La grabación escogida es una de las indiscutiblemente referenciales, entre las varias que tiene el grupo The Thallis Scholars, especializado en polifonía del Renacimiento y, para quien escribe, la máxima referencia en estos repertorios. Fundado en 1973 y bajo la dirección de Peter Philips, esta formación británica pretendía recuperar la polifonía renacentista desde una óptica historicista, recuperando la sonoridad que cualquier persona, entienda o no de música, asocia enseguida a este periodo. El grupo se ha ido renovando con los años, pero ha sabido mantener su elevadísimo nivel, tanto en concierto como en su amplia discografía, que supera los 50 discos.
En concreto, hemos optado por el registro del concierto que conmemoró el 400 Aniversario de Palestrina en 1994, realizado en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, donde fue Maestro de Capilla. La realización en vídeo es espectacular, no solamente porque la cámara va tomando planos de unas y otras secciones del coro según van surgiendo sus intervenciones, sino porque además podemos disfrutar de los detalles del templo. La colocación de los miembros, aprovechando la acústica, contribuye a su nitidez.
Y mientras vamos escuchando, vamos a hablar de la curiosa historia que ha tenido esta obra. El Papa Urbano VIII la reservó para la Capilla Sixtina, donde hasta hoy se sigue interpretando en ceremonias solemnes, prohibiendo su transcripción e interpretación fuera de este recinto bajo la pena de excomunión. Lo que hoy sería una rígida normativa de propiedad intelectual, tiene la curiosidad de que Urbano VIII, nacido Maffeo Barberini, se educó con su tío, Protonotario apostólico, se doctoró en leyes en la Universidad de Pisa y alcanzó posteriormente el puesto de su tío. Cuando fue elegido Papa, tomó diversas medidas relacionadas con lo que hoy llamaríamos jurídico, no sólo en relación al Miserere de Allegri: prohibió que en las representaciones artísticas apariceran aureolas sobre personas no beatificadas ni canonizadas y endureció la postura de la Iglesia Católica acerca de la exclavitud. Claro que también tuvo otras medidas discutidas, como nombrar en diversos cargos a sus sobrinos. A su hermano lo nombró Gran Penitenciario (los Penitenciarios son los que tienen atribuida la potestad de levantar la excomunión), éste en concreto con respecto a las causas reservadas a la Santa Sede, entre las que se encontraba la transcripción e interpretación del Miserere. Esta política dio lugar a que se hiciera famosa en la Roma de la época una simpática rima:
Pocas décadas después de su composición, el Emperador Leopoldo I de Austria solicitó a Roma una copia de la obra, siéndole autorizada (ésta se conserva, hasta hoy, en la Biblioteca Imperial de Viena). Cuando la copia llegó a Viena y se hizo ejecutar, el Emperador notó algo distinto, como si la música no fuera la misma, por lo que se quejó a Roma. Dado que lo más probable era que el Maestro de Capilla hubiese enviado una falsa copia, quizás con el propósito de así seguir reservando la obra, el Papa lo despidió. No obstante, el Maestro se trasladó a Viena y demostró que su copia era fidedigna: allí, explicó las técnicas de ejecución y de improvisación empleadas por el Coro de la Capilla Papal, que provocaban que, tan importante era la partitura, como la lectura e interpretación que de la misma se realizaba. El Maestro fue readmitido.
A mediados del siglo XVIII, el Padre Giovanni Battista Martini consiguió autorización para tener una copia. Y pocos años después, en 1769, Mozart, acompañado de su padre Leopoldo, llegaron al Vaticano, en una de las giras del joven talento, que por aquél entonces contaba con doce años. Ambos asistieron, en la madrugada del Miércoles Santo, a los matines en la Capilla Sixtina, donde se interpretó la hermética obra. Después de la celebración, ya en su alojamiento, Mozart transcribió la obra al papel de memoria, con sólo haberla escuchado una sola vez. Nótese la dificultad de la polifonía para conseguir transcribirla con una sola lectura y pasado un rato desde que ha sido escuchada. Como la obra volvía a interpretarse el Viernes Santo, acudieron de nuevo, con el manuscrito oculto en el sombrero, para realizar algunas correcciones.
Este hecho, que bien podría ser leyenda alimentada por el Romanticismo, goza de sólida autenticidad, como podemos comprobar con lo que sobrevino después: Leopold escribió días después a su mujer a Salzburgo, contándole:
Padre e hijo continuaron la gira por Europa y un día se encontraron con el historiador Charles Burney, a quien dieron una copia de la partitura para que la publicara en Londres (el Reino Unido era ya anglicano, con lo que quedaba fuera de la ira papal). El Papa Clemente XIV se enteró del suceso y llamó a Mozart a Roma, no para excomulgarlo, sino para hacerle Caballero de la Orden de la Espuela de Oro, impresionado por el prodigio. La patente de concesión, el 4 de julio de 1770, decía lo siguiente:
La obra quedó de libre interpretación, y Burney editó la obra en Londres en 1771.
¿Y qué estudios tenía Clemente XIV? Pues parece que aquí también hay cierta relación. Nacido Giovanni Vincenzo Antonio Gangarelli, era un fraile franciscano doctorado en Teología por la Universidad de Roma y quien renunció en dos ocasiones a dirigir la Orden. Fue poeta y músico.
ANÉCDOTAS
EL MISERERE DE ALLEGRI EN SEMANA SANTA
La obra se ha popularizado en los repertorios de Semana Santa. Por ejemplo, puede ser escuchada en la Semana Santa de Valladolid en el Santo Entierro de Cristo, en la tarde del Sábado Santo, un acto muy sencillo pero sobrecogedor, en el que la obra de Allegri encaja perfectamente con el Cristo Yacente de Gregorio Fernández. A partir del 4:40 puede escucharse el inicio de la obra, en el momento en que la imagen sale al exterior, produciéndose un silencio sepulcral:
La grabación escogida es una de las indiscutiblemente referenciales, entre las varias que tiene el grupo The Thallis Scholars, especializado en polifonía del Renacimiento y, para quien escribe, la máxima referencia en estos repertorios. Fundado en 1973 y bajo la dirección de Peter Philips, esta formación británica pretendía recuperar la polifonía renacentista desde una óptica historicista, recuperando la sonoridad que cualquier persona, entienda o no de música, asocia enseguida a este periodo. El grupo se ha ido renovando con los años, pero ha sabido mantener su elevadísimo nivel, tanto en concierto como en su amplia discografía, que supera los 50 discos.
En concreto, hemos optado por el registro del concierto que conmemoró el 400 Aniversario de Palestrina en 1994, realizado en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, donde fue Maestro de Capilla. La realización en vídeo es espectacular, no solamente porque la cámara va tomando planos de unas y otras secciones del coro según van surgiendo sus intervenciones, sino porque además podemos disfrutar de los detalles del templo. La colocación de los miembros, aprovechando la acústica, contribuye a su nitidez.
Urbano VIII. |
Quod non fecerunt barbari, fecereunt Barberini
Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini
Probablemente la frase venga más referida a la modernización de la ciudad, encargada a Bernini, en detrimiento de la conservación de las ruinas de la Roma Antigua.
Pocas décadas después de su composición, el Emperador Leopoldo I de Austria solicitó a Roma una copia de la obra, siéndole autorizada (ésta se conserva, hasta hoy, en la Biblioteca Imperial de Viena). Cuando la copia llegó a Viena y se hizo ejecutar, el Emperador notó algo distinto, como si la música no fuera la misma, por lo que se quejó a Roma. Dado que lo más probable era que el Maestro de Capilla hubiese enviado una falsa copia, quizás con el propósito de así seguir reservando la obra, el Papa lo despidió. No obstante, el Maestro se trasladó a Viena y demostró que su copia era fidedigna: allí, explicó las técnicas de ejecución y de improvisación empleadas por el Coro de la Capilla Papal, que provocaban que, tan importante era la partitura, como la lectura e interpretación que de la misma se realizaba. El Maestro fue readmitido.
A mediados del siglo XVIII, el Padre Giovanni Battista Martini consiguió autorización para tener una copia. Y pocos años después, en 1769, Mozart, acompañado de su padre Leopoldo, llegaron al Vaticano, en una de las giras del joven talento, que por aquél entonces contaba con doce años. Ambos asistieron, en la madrugada del Miércoles Santo, a los matines en la Capilla Sixtina, donde se interpretó la hermética obra. Después de la celebración, ya en su alojamiento, Mozart transcribió la obra al papel de memoria, con sólo haberla escuchado una sola vez. Nótese la dificultad de la polifonía para conseguir transcribirla con una sola lectura y pasado un rato desde que ha sido escuchada. Como la obra volvía a interpretarse el Viernes Santo, acudieron de nuevo, con el manuscrito oculto en el sombrero, para realizar algunas correcciones.
Este hecho, que bien podría ser leyenda alimentada por el Romanticismo, goza de sólida autenticidad, como podemos comprobar con lo que sobrevino después: Leopold escribió días después a su mujer a Salzburgo, contándole:
¡Tenemos el Miserere! Wolfgang lo ha transcrito
y te lo enviaríamos a Salzburgo junto a esta carta
si no fuera necesario que estuviéramos nosotros
allí para interpretarlo. Porque la manera de cantarlo
contribuye, en mayor medida aún que la propia
composición, al efecto que produce en el auditorio.
Mozart en Bolonia, retrato anónimo de 1777 que muestra al compositor con la insignia de la Orden. |
Puesto que conviene la caridad del Pontífice romano
y de la Santa Sede con aquellos quienes han mostrado
sus grandes signos de fe y devoción y son agraciados
con los méritos de probidad y virtud, deberían ser
condecorados con los honores y favores del
Pontífice romano y la citada Sede.
Clemente XIV. |
La obra quedó de libre interpretación, y Burney editó la obra en Londres en 1771.
¿Y qué estudios tenía Clemente XIV? Pues parece que aquí también hay cierta relación. Nacido Giovanni Vincenzo Antonio Gangarelli, era un fraile franciscano doctorado en Teología por la Universidad de Roma y quien renunció en dos ocasiones a dirigir la Orden. Fue poeta y músico.
EL MISERERE DE ALLEGRI EN SEMANA SANTA
INAUGURANDO LA RESTAURACIÓN DE LOS FRESCOS DE LA CAPILLA SIXTINA
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