Iniciada la Cuaresma, durante estas cinco semanas, y hasta el Domingo de Ramos, nos centraremos en una serie de obras barrocas y renacentistas que podríamos asociar a esta época del año. No todas serán religiosas, pero sí imbuidas de esa sonoridad sobria tan característica y del tipo de las que se suelen programar en los ciclos musicales que celebran las ciudades qué tienen más tradición de Semana Santa en sus semanas previas. En esta ocasión, escucharemos el Concierto para oboe en re menor, nº 2 op. 9, de Albinoni.
El Gran Canal y la Iglesia de la Salud, Canaletto (1730). Museo de Bellas Artes de Houston. |
Obra: Concierto para oboe, cuerdas y continuo en re menor, op. 9, nº 2.
Compositor: Tomaso Albinoni (Venecia, 1671 - ibid., 1751).
Año de composición: 1722.
Estreno: Se desconoce. El op. 9, formado por doce conciertos para violín, oboe o dos oboes, fueron publicados en 1722 en Ámsterdam.
Duración: 12 minutos, aprox.
Discografía propuesta: Heinz Holliger (oboe), I Musici, 1967 (DECCA).
ESTEREOTIPOS Y EXCEPCIONES
Entre los compositores del Barroco suele ser habitual el estereotipo de compositor con una basta produción sacra, incluso perteneciente al clero, que a través de la música pretendían honrar a Dios y prestaba servicio como compositor de Corte o Maestro de Capilla. En esa línea se movieron Bach, Haendel, Vivaldi o Monteverdi, pero no se da en todos los casos. Así, si al lector le indicamos que Tomaso Albinoni, nacido y asentado en Venecia, fue un fabricante de naipes al que al mostrar dotes musicales hizo de la música su profesión, le resultará extraño. Si además le añadimos que nunca tuvo intención de conseguir un puesto en corte, iglesia o catedral alguna, sino que prefirió trabajar como lo que hoy llamaríamos un profesional liberal, más curioso nos parece. Y si indicamos que sólo compuso cuatro obras religiosas durante toda su vida (dos oratorios, una Misa y un Magníficat), no nos encajaría.
Retrato anónimo del compositor. |
Tomaso, nuestro compositor, fue su primogénito, a quien educó no sólo en el negocio, concretamente en la rama de la fabricación de naipes, sino también dándole estudios de violín, después de canto y finalmente de composición. Mientras tanto seguía en el negocio de las cartas, apareciendo su nombre en el dos de espadas, descuidándolo poco a poco en beneficio de la composición, lo que motivó algunos pleitos con el gremio de pintores y papeleros. Cuando falleció su padre en 1709, no fue fácil encontrar a alguien que se quierea ocupar a tiempo completo al negocio familiar. Otro de los hijos, Giovanni, lo hizo en un primer momento, pero su fallecimiento en 1718 provocó que el negocio saliera de las manos de la familia.
UN COMPOSITOR DEL QUE NO SE TIENEN MUCHOS DATOS
Albinoni es un compositor recuperado timidamente durante la segunda mitad del siglo XX y que hasta las últimas décadas, con el auge del movimiento historicista, no ha llegado a adquirir cierta relevancia. Relevancia muy tímida, pues por desgracia gran parte de sus obras se han perdido y sólo un puñado de éstas aparecen de cuando en cuando grabadas. Su aparición en la escena de nuestros días sí tiene fecha y un nombre: 1945 y Remo Giazzotto, el musicólogo que dijo haber descubierto un fragmento de un Adagio del compositor, publicado en 1958. Una historia de leyenda de la que sabemos hoy que es, efectivamente, una leyenda, y de la que hablaremos en otra ocasión. No obstante, la chispa del interés había despertado, investigándose obras, auténticas, del mismo.
La tarea de redescubrir a Albinoni no fue sencilla. Fue uno de los compositores más pronto olvidados y además denostados. Así, el musicólogo belga François-Joseph Fètis, que publicó entre 1835 y 1844 una Biografía universal de los músicos, dice de él que su estilo es seco, sus ideas anodinas o triviales y que la expresión de los textos de la mayoría de sus óperas es casi nula. Una afirmación que debemos poner a la luz de la época en la que se hace: el consolidado romanticismo avanza a pasos agigantados y el Barroco es visto como rígido y automatizado.
Hoy sabemos que su mayor producción se desplegó en el campo de la ópera, donde hoy está completamente olvidado. Si aceptamos algunos datos que nos ofrece en sus escritos el propio compositor, podemos deducir que compuso un total de 81. De ellas, únicamente seis se conservan completas. Tan basta producción nos demuestra un gusto destacado por el género, pues en conjunto superan en número al resto de sus composiciones.
Aunque Albinoni contrajo matrimonio con la soprano Margherita Raimondi en 1705, no cabe pensar que la unión constituyera una simbiosis profesional para asentarse ambos en el campo lírico: ésta ya era conocida en los escenarios operísticos de la ciudad y sólo fue contratada en una ocasión para cantar una obra de su marido, mientras que nuestro compositor llevaba componiendo óperas desde nueve años antes, con once títulos a sus espaldas bien representados.
Hoy sabemos que su mayor producción se desplegó en el campo de la ópera, donde hoy está completamente olvidado. Si aceptamos algunos datos que nos ofrece en sus escritos el propio compositor, podemos deducir que compuso un total de 81. De ellas, únicamente seis se conservan completas. Tan basta producción nos demuestra un gusto destacado por el género, pues en conjunto superan en número al resto de sus composiciones.
Aunque Albinoni contrajo matrimonio con la soprano Margherita Raimondi en 1705, no cabe pensar que la unión constituyera una simbiosis profesional para asentarse ambos en el campo lírico: ésta ya era conocida en los escenarios operísticos de la ciudad y sólo fue contratada en una ocasión para cantar una obra de su marido, mientras que nuestro compositor llevaba componiendo óperas desde nueve años antes, con once títulos a sus espaldas bien representados.
LOS CONCIERTOS
De entre la producción que conservamos de Albinoni, los conciertos con el número de catálogo 7 y 9 son los que han recibido mayor aceptación por la crítica. Probablemente se deba a su similitud con el estilo de Vivaldi frente a obras anteriores, y a un cierto cosmopolitismo frente a su largo periodo compositivo desde y para Venecia. Compuestos en 1715 y 1722 respectivamente, los grandes ciclos de conciertos del otro veneciano estaban en plena difusión. Formalmente no encontramos siempre el característico ritornello de éste, pero Albinoni consigue, con sus propios métodos, un resultado bastante similar: agrupar frases en grupos de tres en lugar de en grupos de dos, destacados pasajes iniciales al unísimo o el tratamiento más lírico del instrumento solista, sin llegar al virtuosismo del que le dota Vivaldi.
De entre la producción que conservamos de Albinoni, los conciertos con el número de catálogo 7 y 9 son los que han recibido mayor aceptación por la crítica. Probablemente se deba a su similitud con el estilo de Vivaldi frente a obras anteriores, y a un cierto cosmopolitismo frente a su largo periodo compositivo desde y para Venecia. Compuestos en 1715 y 1722 respectivamente, los grandes ciclos de conciertos del otro veneciano estaban en plena difusión. Formalmente no encontramos siempre el característico ritornello de éste, pero Albinoni consigue, con sus propios métodos, un resultado bastante similar: agrupar frases en grupos de tres en lugar de en grupos de dos, destacados pasajes iniciales al unísimo o el tratamiento más lírico del instrumento solista, sin llegar al virtuosismo del que le dota Vivaldi.
Maximiliano Manuel de Baviera, dedicatario de los conciertos, en un óleo de José Vivien. |
Estos conciertos se publicaron en Ámsterdam en 1722. El conjunto es homogéneo y con influencias francesa y alemana. Los movimientos lentos están cuidadosamente elaborados, muy melódicos, mientras que los rápidos colocados al principio y al final, juegan notablemente con la dinámica tensión-relajación, en un estilo sobrio y muy elegante.
EL CONCIERTO Nº 2
Parte de violín I del inicio del concierto. |
El inicio del primer movimiento es sólido y sobrio, a lo que contribuye la tonalidad de re menor. El tema es expuesto en los violines para tomarlo el oboe (0:30). El material irá evolucionando tanto en oboe como en el tutti sin llegar a utilizar la técnica del ritornello de Vivaldi pero con claras reminiscencias.
Evolución del oboe. El segundo es el oboe barroco, el tercero el oboe moderno. |
El tercer movimiento regresa a la tonalidad inicial, sobrio pero altamente efectivo de planteamientos, con el juego de tonalidad menor-mayor.
Como resultado, una obra que sale de lo artesanal para ofrecer momentos de gran belleza tímbrica, aunque quizás su gran aportación no sea ni la forma ni la construcción armónica, sino desplegar las posibilidades de contraste de un instrumento que, como solista, se encontraba en su primera fase.
Como resultado, una obra que sale de lo artesanal para ofrecer momentos de gran belleza tímbrica, aunque quizás su gran aportación no sea ni la forma ni la construcción armónica, sino desplegar las posibilidades de contraste de un instrumento que, como solista, se encontraba en su primera fase.
ANÉCDOTAS
UNA ANDADURA EXIGUA COMO INSTRUMENTO SOLISTA
Si bien el oboe es, después de los instrumentos de cuerda, está presente en la práctica totalidad de las obras del Barroco a la actualidad (frente al clarinete, introducido en la orquesta a finales del siglo XVIII o el trombón en el siglo XIX), como instrumento solista no ha tenido una andadura extensa. Este papel le fue otorgado por los compositores barrocos. Así, además del nuestro, Bach, Telemann, Vivaldi o Marcello. En el Clasicismo, sólo encontramos una obra importante: el concierto que para este instrumento compuso Mozart. Y en el Romanticismo no figura ninguna compuesta por autor destacado. Habrá que esperar al siglo XX para que compositores como Ralph Vaughan Williams, Luciano Berio o Krystof Penderecki, vuelvan a componer conciertos para oboe. No obstante, en la orquesta romántica, cuenta con importante participación en las obras sinfónicas, cuando no con solos destacados.